BiografíaAbbas Kiarostami (en persa ???? ????????) nació el 22 de junio de 1940 en Teheran, Irán. Se le considera uno de los cineastas y fotógrafos más influyentes y controversiales del Irán pos-revolucionario y es uno de los más consagrados directores de la comunidad cinematográfica internacional.
Kiarostami pertenece a la generación de cineastas que creó la renombrada “New Wave”, movimiento del cine iraní que comenzó en los ’60 y se popularizó a partir de 1970. Esta corriente creó filmes artísticos innovadores con un alto contenido filosófico y político; algunos empleando realismo, otros mediante metáforas. También es poeta; publicó una colección de sus producciones en 1999.
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Pedro Adrián Zuluaga“Menos es más”, es la sencilla pero contundente declaración de principios que, desde hace por lo menos tres décadas, rubrica el cine del iraní Abbas Kiarostami. A un mundo que ama la transparencia, el diálogo, la sinceridad, los desahogos emocionales, las preguntas, la información, las películas de Kiarostami lo reprenden y averguenzan con su lógica de la contemplación. Su cine llega a la transparencia por un camino inverso: el de la sustracción. Personajes y situaciones opacas que nos deberán para siempre sus móviles últimos y sus ulteriores significados. “Vaciar el estanque para procurarse los pescados”, decía el viejo Bresson.
Un arte menor el de Kiarostami. Menores fueron, y son, esos recorridos por el paisaje de Irán que nos revelan a un voyeur para quien la realidad sólo adquiere sentido si se encuadra: a través de una puerta, de una ventana, de un espejo retrovisor, de una cámara de cine o fotografía; operación que a su vez, por omisión, le da significado a lo que está por fuera de ese cuadro. He aquí una primera operación de sustracción: la propia de un arte de la mirada que nunca lo ve todo, que siempre pasa de largo, que reconoce y vive de sus limitaciones.
Menores –no sólo niños- son sus personajes, recuperados de las zonas más grises de la existencia, donde las emociones básicas reclaman su derecho a existir. Segunda operación de sustracción: rehuir la construcción dramática con sus clímax y desenlaces, y dejarnos conviviendo con situaciones desnudas frente a las cuales no estamos preparados –ni advertidos- para reaccionar.
De ahí la ligazón del cine de Kiarostami con el neorrealismo: uno y otro evitan las convenciones dramáticas y potencian en cambio las contradicciones de los personajes, de los objetos, de los paisajes, que se hacen visibles por la existencia material de la imagen. Como el neorrealismo, el cine de Kiarostami es una análisis de la realidad desde su superficie visible: un cine superficial.
Ese trabajo intensivo sobre la realidad habría de llevar el cine de Kiarostami a las aún más radicales operaciones de sustracción que emprende en sus tres últimas películas: Diez, Cinco (dedicada a Yasujiro Ozu), y Diez en diez, un tríptico que es una legítima agresión al espectador, y que instala a Kiarostami en la simple categoría del más moderno de los cineastas.
Si el cine clásico, de acuerdo con sus teóricos, conviene en unas premisas que se pueden resumir en que es altamente comunicativo, crea estructuras cerradas, es omnisciente y se apoya en la relación causa-efecto, el cine moderno en su estación Kiarostami es francamente opaco, abierto a múltiples desarrollos y significados, concentrado en fragmentos más que en la totalidad y definitivamente aleatorio. Frustra de esa manera, de palmo a palmo, las ilusiones del espectador.y su necesidad de consuelos y seguridades dramatúrgicas.
Las tres últimas películas de Kiarostami profundizan esa tensión con el espectador medio que ya se insinuaba en la amplia obra anterior del director: en Close-Up, en la Trilogía de Koker (¿Dónde está la casa de mi amigo?, La vida y nada más/Y la vida continúa, y A través de los olivos), en El sabor de la cereza, en El viento nos llevará, por mencionar sólo las películas a las que hemos sido expuestos. Tensión expresa en la manera como Kiarostami desnuda los mecanismos de la representación y rompe el sagrado velo de la ficción: el cine que filma al cine y que al filmarlo lo impugna, el descrédito de la narración aristotélica y su calculada dosificación de emociones. Es el viejo tema del cine como registro/documento del mundo y no como su engaño/representación.
Si algunos temen que el cine de Kiarostami avance hacia el silencio, hacia el No Cine, es porque secretamente intuyen que el silencio es la forma final de la estética y de la ética. “Este adiós –dice Jean-Michel Frodon en Cahiers du Cinéma 584, y a propósito de una gran exposición dedica a Kiarostami en Turín- prosigue con la invención de modos de hacer que restituyen a Kiarostami una libertad que se nutre de ligereza -económica, técnica, política y estética-. Otros siguieron caminos similares hace tiempo, pero nadie como Kiarostami ha logrado establecer un entramado de creación y difusión donde todos los lugares y todos los apoyos se sostienen y refuerzan mutuamente para ampliar sus posibilidades de creador infatigable”. En una época redundante como la nuestra, obscenamente permisiva, sólo es posible entender a un artista que se limite a sí mismo y que encuentre en esa autocensura su mueca de libertad.
Entrevista a Kiarostami en Zinema.com -
Estudio Kiarostami en Miradas.net -
Kiarostami en Senses of Cinema