Lo primero, tengo que reconocer mi error por haber desechado por completo esta película para los premios Allzine. No la vi a tiempo para la preselección y al no salir nominada la deje un poco olvidada. Sin duda merecía haber estado ahí, pero en fin, seguramente no sea el único caso. Se me ocurre ahora Yureru, otra que me llama mucho la atención, con buenas críticas y cuyas cualidades aún no he podido comprobar. Como siempre la falta de tiempo tendrá buena culpa…
En cuanto a las referencias a Miike y Buñuel, yo no las veo tan descabelladas como parece a priori y quizá la de Visitor Q sea la más obvia. Con ella comparte, aunque suavizado, ese empeño por quebrantar lo que es norma, por negarle al espectador cualquier apoyo racional (y moral) ante lo que ve o espera ver. Ahí es donde también entra Buñuel, en esas derivaciones hacia lo absurdo y lo extraño. En el cine de Buñuel la realidad aparece siempre contaminada por sueños y deseos, casi siempre sexuales, y esas rupturas están perfectamente integradas en la narración y no siempre son distinguibles. Aquí los protagonistas se abandonan a ellos con la misma naturalidad y lo enmascaran también con la práctica del ocultamiento y el disimulo, a pesar de que su secreto es bien conocido por todos. La referencia a los Jardines de Babilonia, cuya su existencia y sus fabulosas formas y estructuras no ha sido probada, es determinante y múltiple, y remite a ese lugar idílico e irreal sobre el que ha erigido su vida la madre, una ilusión, un espacio mítico sobre el que sólo se construyen apariencias para cubrir las ruinas de una familia. Sólo le veo un pero que empaña en buena medida el resultado final, y que Buñuel habría evitado por seguro, la innecesaria decisión de conferir un motivo (y en el fondo, un pretexto) a esas rupturas. El resto es una visión entre cómica y sarcástica de la familia japonesa y Toyoda demuestra una gran libertad formal que no había explorado antes, y de la que apropia sin ningún complejo. Por ahí han hablado de madurez, yo más bien diría que se integra de alguna forma, y definitivamente, en una corriente que fusiona con sencillez el drama familiar, la disección del Japón contemporáneo y lo sobrenatural. A esa lista que reproduce Silien añadiría dos imprescindibles como Ryosuke Hashiguchi y Akihiko Shiota. Es ya el momento de reivindicar a los tapados.