jidaigekipedia.comA la luz de la LunaAquí tenemos la continuación de las aventuras de Kibakichi, un hombre lobo que vaga por el país sin un lugar en el que poder quedarse. La historia comienza con un samurai salvaje llamado Sakuramaru. El sentido de su vida consiste en matar a todos los humanos con los que se encuentra, llegando a considerársele un yokai pese a no serlo en realidad. Nuestro protagonista tendrá que hacerle frente, pero sin descuidar su espalda, ya que Anju todavía tiene sed de venganza y además ha aparecido un hombre misterioso con poderes inimaginables.
Lo que también era inimaginable para mí, después de verla la primera vez, es que volvería a poner a prueba mi capacidad de sacrificio para repetir la experiencia. Pasando por alto el hecho de que el interés de la historia sea con creces inferior al de la primera parte, el guión y la dirección también son bastante peores. Para empezar es dificil comprender por qué los dos hombres-lobo tienen la extraña costumbre de enseñar los colmillos continuamente con expresiones anti-naturales, cuando su intención es la de pasar desapercibidos entre los humanos. Lo mismo pasa con la desesperante sobrecarga de flashbacks, que no sé si está causada porque el director tiene dudas de que seamos capaces de seguir la trama, o si por el contrario piensa que los motivos que impulsan a los personajes se diluyen entre tanto sinsentido.
Las escasas coreografías decentes de la primera entrega quedan en el olvido después de ver las escenas tan descuidadas de acción que nos nos entregan aquí los principales guerreros. Kibakichi lucha tres veces con espada y en dos de ellas le toca abandonar el combate antes de tiempo. Anju se ve incapacitada para ofrecer más espectáculo debido al escaso realismo que da el uso de su boomerang gigante. Finalmente Sakuramaru será el único que use la espada de forma mas o menos vistosa, aunque a menudo se desaprovecha con primeros planos.
Como pasaba con la anterior, cuando nos acercamos a la última media hora se abre la caja de pandora... Las brújulas dejan de funcionar y se pierde el norte, salen monstruos de debajo de las piedras, lo sorprendente y lo ridículo se funden en una sóla cosa indescriptible, y el resultado es algo a lo que poco tienen que envidiar los creadores de
Kárate a Muerte en Torremolinos.
Nada más que decir, salvo que me encanta la música.