Ahora a por los subtítulos en castellano, eh, kairocure...
The World la más contemporánea de las películas.por Emmanuel Burdeautraducido por Flavia de la Fuente y QuintinLa importancia de The World es tal que permite dar respuesta a un problema que atraviesa todo este número de los Cahiers, desde la cobertura de Cannes a la sección Répliques. Se trata menos de un problema de moral que de historia y geografía. ¿Dónde estamos ubicados en relación con las imágenes ? Pero no se trata de eso exactamente. Es mejor empezar por una pregunta más elemental, relacionada con la edad de las imágenes y sus dimensiones : ¿dónde están las imágenes ? Algunas están ahí, detrás de uno, a nuestras espaldas. En los suburbios de Pekín, un parque de atracciones denominado « The World » reproduce los principales monumentos de los cinco continentes a un tercio de su tamaño real : el Taj Mahal, el Big Ben, la Torre de Pisa, la Plaza San Marcos. Pero también tenemos imágenes en el bolsillo, en nuestro nuevo celular Motorola : son los mensajes intercambiados por la bailarina Tao y el cuidador Taisheng, ambos empleados del Mundo, que se envían los pequeños clips de animación Flash que Jia Zhang-ke muestra a pantalla entera. Las primeras imágenes tapizan el fondo del plano como si fueran trasparencias o el resultado del matte-painting de otra época. Trofeos de la globalización, indican también cuánto ha envejecido su folklore : su prestigio proviene de la monumentalidad cuya consagración va generando su descarte. Este es tal vez el significado del gag sobre las Torres Gemelas que la dirección del parque no pensó en destruir. Extraño teatro de una memoria de la piedra en la era de los metales líquidos : la abolición moderna de las distancias se confirma con la ironía de un cementerio para los tesoros de la humanidad. ¿No será la globalización un sueño ya caduco, el sueño de un mundo viejo ? En la gran pantalla, el parque « The World » muestra ese mundo desposeído del sentimiento de su tamaño, a la vez colosal y minúsculo.Inversión : las otras imágenes, las que caben en la palma de la mano, devienen súbitamente gigantescas gracias a la animación. Si la globalización anula las distancias entre los países, las que separan a dos seres que se aman aparecen -¿una nueva ironía ?- representadas, en una epopeya creada en Flash, mediante dibujos de un avión que despega o de un caballo que galopa. En buena parte, la belleza de The World se apoya en el intercambio entre dos sistemas de imágenes, en un vals de movilidades y de escalas. Del monumento ingenuo a la miniatura gigante, Jia no pretende decir algo nuevo sobre la globalización. No disimula que en China la globalización sigue siendo, en general, una enorme broma : la ardiente Qu, que en una época fuera amante de Taisheng, debe armarse de paciencia para obtener una visa que le permita reunirse con su marido en Belleville. Y Jia, como cualquiera, constata el fin de la separación entre el día y la noche, el interior y el exterior, etc. : salvo por unas pocas escapadas, The World es una película de un solo decorado, el parque que le da su título. Pero un borramiento semejante de las referencias no fabrica una unidad, no devuelve el mundo a la escala 1 : como en un cuento infantil, por el contrario, no cesa de enloquecer las proporciones.Consecuencia : encerrada en un intervalo inestable, la maqueta humana pena cada vez más por encontrar su justa medida. No es que se desvanezcan los asuntos ordinarios : el amor, los celos, la lucha de clases siguen siendo los elementos centrales de las historias que cuenta Jia. Pero nada de lo que emprenden los empleados de « The World » hace cambiar las cosas : el despecho de un enamorado solo inflama su propia camisa. La globalización los deja a todos más abandonados que nunca, condenados a circular entre imágenes que no los acogen. Presentes solo imaginariamente en esos clips que fantasean la supervivencia de un auténtico transporte espacial y afectivo. Ausentes de los monumentos de los que no exploran una profundidad de todos modos hipotética. Sin mundo.Del mismo modo, el parque no les ofrece más que en apariencia un escenario en el cual las angustias puedan resolverse o al menos evolucionar. Aunque a veces bailada y, en otras, inundada por la música de Lim Giong (estrella de la electrónica taiwanesa, hacía de « Cabeza de bala » en Goodbye South, Goodbye de Hou Hsiao-Hsien) The World no es una comedia musical. A lo sumo, sus pocos números musicales sirven -idea sutil y cruel- de puntuación entre los episodios, del mismo modo que, como fin de secuencia, le sucede a la cámara interrumpir un travelling para encuadrar, indecisa y desorientada, un cruce de caminos o un trozo de noche. Entre los planos, entre los espacios, hay apenas la oquedad de una breve interrupción del mundo.Siniestro cuadro, se dirá. ¿Habrá filmado Jia una obra maestra del tipo melancólico ? Es cierto, no falta ninguno de los clichés de los años 2000 y de su cine : el espectáculo globalizado, la comedia de la comunicación, la ingravidez de la caída libre, el flotamiento (en China se llama « flotantes » a los que han dejado su región natal para establecerse en Pekín y The World les está dedicada.) Pero también aparecen en la película la extensión de los códigos occidentales al planeta entero, la falsificación china de la alta costura europea, hasta el embalaje universal en celofán : « nuestro tiempo es también el de los productos textiles sintéticos », dice Jia en la entrevista publicada en los Cahiers.Pero hay que explicar por qué The World es una crítica integral del joven siglo XXI sin ser en ningún momento una película en su contra. Evitemos todo malentendido : tampoco se trata de un film que dice ingenuamente : “He aquí lo bello del presente, aquello que no saben atesorar nuestros ojos cansados.” ¿Entonces qué ? La astucia, si es que hay una, resulta menos de una acrobacia dialéctica, de una conversión mágica de menos a más que de una arqueología salvaje. Como otros cineastas, por ejemplo Ferrara en New Rose Hotel, Jia parece pensar que es justamente su desgaste lo que salva a una época. Por nacer cansada no representa nunca su edad ; es demasiado pequeña o demasiado grande para su talla ; inmediatamente se muestra irreconocible, desfigurada. Su fealdad, su suciedad, su carácter descartable son extrañamente las razones para amarla porque dejan aflorar la persistencia de las estructuras sepultadas por la eclosión de lo flamante.Se comprende desde esta perspectiva, que Jia haya elegido rodar The World en Alta Definición Digital. Todo tiene la grandiosa flojedad de las ruinas, la nobleza paradojal de lo reciclable y de lo cheap ; se diría que la trama de la imagen o el espectro del simulacro están de ahora en más en todas partes, en los vestigios de lo sólido tanto como en la fluidez del dibujo animado. ¿Qué es lo que marcará en el futuro el carbono 14 de la HD ? Menos la brillantez o la mentira de la época que su prescripción instantánea o su frescura sorpresiva. Con una facilidad soberana, Jia navega entre la edad media y la ciencia ficción, entre un valiente caballero que corre hacia su amada montado en su bravo corcel y el tren aéreo del parque, los pasillos de una discoteca como la de 2001 o la de Misión a Marte. Asimismo, cruzándose con Three Times de su maestro Hou, Jia afirma que los pequeños mensajes de los celulares le dieron « la posibilidad de trabajar un poco como los realizadores del cine mudo » : testamento de un obrero y punto culminante del film, un sobrio efecto especial inscribe la líneas de un ideograma sobre una pared verdosa. El digital, esto se va haciendo cada día más evidente, se ha inventado para permitir un primitivismo high-tech, un cine de intertítulos y de SMS.¿Cuál es la lección de The World ? Calma, de nada sirve precipitarse para llegar a tiempo. Ninguna época es puntual ; todas se apuran en ralenti, al ritmo irregular de un « retrofuturo », como se decía hace mil años, a la salida de Blade Runner. De pronto, uno está adelantado, de pronto atrasado. Un rato del lado de West of the Tracks de Bing Wang (crónica de una China que no acaba de terminarse), otro rato del lado de Kill Bill (mezcla de imágenes reales y animadas). Clavado en el asfalto o suspendido en el espacio. El hoy no existe, no hay más que la inactualidad de lo actual. Esa es la desgracia y la suerte de este tiempo. Ese es también el tic-tac especial que hace de The World la más contemporánea de las películas.