bueno, ocurre con el cine hongkonés que siempre hay una película buenísima e importantísima que no hemos visto. Es tan ingente la cantidad de grandes películas que se produjeron entre finales de los 60 y finales de los 90, y tan poca la información al respecto, que siempre estamos sorprendiéndonos. Y a veces hay algunas superconocidas que tardamos en verlas sin encontrar una razón. A mi me ha pasado con Comrades, almost a love story. Pero bueno, lo solucioné ayer.
Hay que decir que la película es una pastelada, que a veces puede parecer infantilona y que normalmente se deja llevar por un gigantismo dramático exagerado, con esa banda sonora de piano repetitiva y esos planos con grúa abriendo el objetivo y alejándose de los personajes. Pero todo esto que en una película americana daría para varias "spoof movies", en el cine hongkonés siempre han sabido manejarlo con habilidad. Creo que es por la inocencia con la que hacen películas, lo directos que son. Para mi hay un título de una película de Chang Cheh que lo resume muy bien: "Have Sword, will travel". Es decir, una filosofía pragmática que parece trasladarse a todas las facetas del cine de la ciudad.
Y así tenemos esta película-río con un chino inocentón interpretado por Leon Lai que llega a Hong Kong y se enamora de la ciudad al mismo tiempo que se enamora de una chica, interpretada por la mejor mujer que ha salido nunca en película alguna, Maggie Cheung. Así la película tiene tanto de documental, de testimonio histórico (ese chino continental de pueblo que llegaba a la gran ciudad industrial) como de romántica, por lo que se explaya tanto en mostrar las calles y las gentes de Hong Kong como en el rostro magnífico de Maggie. Y hay escenas prodigiosas, como la del primer paseo en bicicleta que termina con la cámara desplazándose del rostro de Maggie a sus pies, balanceándose . O cuando se besan por primera vez, en ese espacio reducido donde él le pone dos chaquetas encima y al final ella termina posando su cabeza en su hombro, antes de besarle, y él empiece a quitarle las chaquetas que le había puesto.
Y la película avanza al ritmo del crecimiento y las crisis de la ciudad. El tiempo pasa. Vale, no es un Wong Kar-wai. No hay esa profundidad, ese malditismo, esa habilidad para que cada plano no sólo sea perfecto, sino que nos parezca el único posible, pero también es cierto que Comrades es otra cosa. Y ahí aparece Eric Tsang, con ese papel tremendo. Es de esos actores que pasa como un rayo de lo cómico a lo dramático, y nos da igual. De la escena en la que se tatúa un Mickey Mouse en la espalda a ese gigantesco primer plano en el barco, donde debe despedirse de Maggie y le dice que se busque a otro, mejor y más guapo que él, y que no se preocupe, que él tiene varias mujeres por todo Taiwán. La película está llena de grandes personajes secundarios, que aparecen fugazmente. Que están ahí sin que los notemos, hasta que de repente alcanzan una nueva dimensión. El profesor de inglés interpretado por Christopher Doyle, que parece un secundario de fondo de plano, que está ahí para rellenar, pero que está enorme en esa despedida con el protagonista, cuando este le dice: "Os iré a visitar a Tailandia", y Doyle le responde "pero date prisa... ella tiene SIDA". Eso es la explicación perfecta de lo que debe ser un actor secundario, y no el típico abejorro que revolotea alrededor de un principal durante toda la película. Tiene una hondura, una tristeza Doyle en ese comentario... y es tan fugaz, que el protagonista, al igual que el espectador no puede sino sentirse culpable por no haber atendido más a esa persona que ahora se aleja de su vida, de la película.
Igualmente, la tía Rosie, interpretada por la veterana Irene Tsu (su carrera transcurrió en EEUU, especialmente en TV -ya que las actrices asiáticas lo tenían complicadísimo en el Hollywood de la época-, y las fotos con William Holden son todas reales, quizás también la historia), es otro personaje que le da más valor a la película, con esa historia de amor con William Holden que todos piensan que es una invención y que finalmente, tras su muerte, el protagonista descubre que es verdad. Y en cierta manera, anticipa dramáticamente el viaje final de la película a EEUU, quizás la vuelta de tuerca que necesitaba para no quedarse estancada. Y allí de nuevo hay grandes escenas, pero sobre todo, otro acto de fascinación por un nuevo mundo, otro viaje para el protagonista. El chino inocente que había sobrevivido en Hong Kong, termina en la gran manzana, donde sin saberlo se encuentra el gran amor de su vida. Y allí de nuevo, dramas, encuentros y la cantante Teresa Teng, sobre la que, en el fondo, gira toda la película, sobre sus baladas, recuerdo de aquella vieja China, de aquella infancia, que los protagonistas abandonaran diez años atrás para iniciar una aventura que, según Peter Chan, es la vida, y también el amor.
Imprescindible, claro. Y leyendo el post, gracias a todos los implicados por trabajar en una copia que, pasados los años, sigue siendo fantástica.