Qué tragicomedia más elegante y mordaz nos regala Edward Yang. El corte teatral que presenta es una delicia. ''Vida y teatro, ¿qué diferencia hay?’'' se dice en el comienzo. Resulta muy bello encontrar un Taipei casi de bambalinas. Por el tablado de una ciudad que alrededor 1990 parece estar alcanzando a golpe de vértigo el antiguo ideal de riqueza confuciano (¿su condena?) se despliega un crisol muy rico, democrático y numeroso de voces y vidas que se van enredando de manera más o menos secreta pero casi siempre elidida. Los nexos: el arte, el dinero, la sociedad del espectáculo, el sexo, el amor… Ingredientes que apuntan a una cinta desengañada, de aroma testimonial. Se agradecen esos elegantes vacíos en la fábula que nos regala Yang para que el espectador atento ate cabos. En el marco del cine taiwanés (y el espíritu del humano en general), creo que el film es clave para apreciar cómo los personajes comienzan a degradarse ante el imparable cambio global y el nuevo y posmoderno ''millenium mambo'' que asoma; personajes que comienzan a preguntarse por un entorno cambiante en el que no se reconocen moral ni culturalmente; vidas extraviadas por su propio pensamiento, vidas enredadas en las trampas del lenguaje... A pesar de algunos que otros chillidos existenciales y ese graciosísimo y mordaz guion sin cuartel (dos horas), se siente latiendo bajo personajes desbordados (en visos de alienación) un nihilismo en erupción, un ansia de silencio.
En unos esos paratextos que nos dan la mano durante la película se nos dice: ''Los discípulos preguntaron a Confucio: -Y ¿luego de que se hagan ricos?...''
Quizá un Confucio confuso debería responder, de estar reencarnado: -¿Luego?... Tsai Ming-Liang...
Me ha encantado. Obra maestra!
(Re-envío mi agradecimiento y un abrazo a Danyyyy. Por su interés y humanidad, de nuevo. Y por haberme permitido ver esta joya. Graciasgraciasgracias!)