Para aquellos que entiendan el francés, acaba de aparecer un documental mítico en DVD y en la red. Se trata de ""S21, la máquina de muerte de los jemeres rojos", que en Valladolid se llevo en el 2003 el Premio Tiempo de Historia, pero que tan sólo es uno de los innumerables galardones que ha recogido. Obra del cineasta camboyano más importante del cine contemporáneo, Rithy Pahn, el documental realiza entrevistas a los verdugos de uno de los campos de exterminio más temibles de los jemeres rojos, el S21. Un documental terrible, que en la votación de las mejores películas del año pasado para los Cahiers du cinéma ha quedado en el segundo lugar. Pues eso, no os lo perdais en caso de que conozcais el francés... Para el resto, habrá que esperar un poco, aunque pienso que no demasiado, dada la importancia de esta obra...
«S21, la machine de mort khmère rouge asume su condición de documental para emprender un esfuerzo de comprensión de una realidad concreta que lo llevará al encuentro de verdades universales y trascendentales. En él, su director Rithy Pahn lleva a cabo una investigación encaminada a encontrar a los protagonistas del genocidio llevado a cabo por los jemeres rojos en Camboya. El realizador convence a victimas y torturadores para que se reúnan en Tuol Sleng, el centro de torturas de Phnom Penh donde, hace veinticinco años, tuvieron que vivir terribles experiencias. El documental va registrando las declaraciones de los testigos de auténticas brutalidades imposibles de comprender como acciones de unos hombres contra otros seres humanos. Las victimas muestran su dolor por la pérdida de seres queridos y por las huellas psicológicas imborrables que dejó en ellos el maltrato y la tortura. Entonces empieza lo realmente desconcertante y sobrecogedor. Los torturadores van recordando sus actos sin apenas inmutarse, un abismo aparece entre el significado de sus declaraciones y la impavidez gélida de sus rostros. Y hay más, en el momento cumbre del documental, el realizador decide escenificar el funcionamiento de las celdas de encierro y tortura del Phnom Penh. La máquina se pone en marcha. Los torturadores ocupan sus lugares, no hay cuerpos tendidos en el suelo, pero al dar inicio la macabra representación, los antiguos represores empiezan a actuar como si los cuerpos de las víctimas existiesen, empiezan a gritar, a lanzar patadas contra cuerpos invisibles, a ordenar silencio... Un carcelero obliga a un prisionero imaginario a hacer sus necesidades en un pequeño recipiente también imaginario, al terminar el celador sale de la habitación para luego girarse y empezar a insultar a gritos al encarcelado invisible, repitiendo este macabro acto de crueldad una y otra vez como parte de una rutina programada. Los rostros de los asesinos parecen absolutamente poseídos, todo el mal que descargan contra el vacío imaginario contrasta con la casi nula expresividad de sus rostros. Han dejado de ser hombres, son las máquinas de la muerte, piezas de un gigantesco engranaje encargado de matar sin dudar, de deshumanizar a los verdugos.»
Miradas de cine