Bueno, aquí el señor Kitano, que tiene ya 77 añitos, ha echado el resto, porque esto es una superproducción en toda regla y se ha ocupado de protagonizarla, dirigirla, escribirla (también está basada en una novela suya) y montarla (que no es cualquier cosa el montaje de esta película). Lo único que no está es Office Kitano, no sé si porque ya no la tiene o porque no quería meterse en líos, de modo que se ocupa un gigante del audiovisual, Kadokawa Daiei. Vamos, que dinero no le falta y, en mi opinión, lo emplea magníficamente bien. Podemos pensar que es su Ran o Kagemusha particular y, como es particular, comparte una idea de aquellos tiempos de batallas y traiciones interminables pero les añade una vuelta de tuerca. O varias. Y bien curiosas. Yo creo que tras su Zatoichi, no nos podemos asombrar de esta, pero cierto que chocarán varias cosas: su sentido del humor (bien conocido), la homosexualidad de los samurais (¿por qué no?) y un aire canalla, especialmente en el poderoso Nakamura, que parece un jefe yakuza de los de Miike, poco menos. Luego, como los tiempos parecen importarle bien poco a esos 77 años, cuando no le importaban ni a los treinta, si eres una de las escasísimas mujeres de la película (que tiene cientos de actores) estás jodida, porque vas durar un minuto y tu final no será muy agradable. Todas secundarias, no, terciarias. Pero creo que ahí también acierta. Lo que nos está mostrando Kitano es una visión extramadamente sucia y violenta del cine de samurais, lejos de convenciones, una deconstrucción a través del humor y la sangre, de la suciedad y la muerte en todos lados. La ausencia de honor y zarandajas (se trata de sobrevivir y escalar posiciones, y en eso no está muy lejos de su cine de yakuzas).
En fin, a mi me ha gustado. Kitano me parece en plena forma, su duración pasa en nada, técnicamente no le falta un detalle (me gusta especialmente como logra integrar los efectos especiales... tanto que yo hasta llegué a pensar que no tenía, más allá de los obvios, pero sí, en los créditos la lista es interminable) y mantiene el pulso en todo el metraje, regalándonos la aparición de viejos conocidos, como el muy querido Susumu Terajima o Tadanobu Asano. A diferencia de otros directores de su "generación", Kitano está en forma y peleón.
Los subtítulos son un poco asco, pero se puede seguir. Es cierto que cita un montón de nombres, pero realmente no me he perdido en ningún momento, porque la trama está bien montada y es muy limpia (debe ser lo único limpio de la película
).
Añado encuenta y le pongo un Imprescindible.