No es su mejor película, cierto, pero cuando se pone (para que nos entendamos, después de la cena, y el que la haya visto o la vea lo entenderá), es absolutamente inalcanzable y está a años luz de prácticamente todo el cine que se está haciendo. Claro, que ese después de la cena llega después de un par de horas, pero ojo, lo menos bueno de Nuri Bilge Ceylan está muy por encima de cualquier otro.
En este caso, hay dos historias que circulan paralelas, ambas con el nexo de unión de un profesor bastante desagradable. En una, se trata de una acusación que cae sobre él y un compañero, en la otra de otra profesora que perdió una pierna en un atentado y que intenta reencontrarse a sí misma como mujer. En la primera parte de la película, el protagonismo cae sobre esa primera historia, y bueno, está bien pero no me interesó especialmente. Pero cuando se pone chejoviano (Nuri Bilge Ceylan es profundamente chejoviano), que es con la historia de esa mujer y su relación con los dos profesores, entonces entramos en una obra maestra. Tiene algunas de las escenas más memorables del último cine y su final te deja sin aliento. Porque el director turco tiene una habilidad indiscutible para transmitir sensaciones (la primera historia es más dialogada) y cuando se pone en ese terreno, todo le sale bien.
Hay que decir que la actriz, Merve Dizdar, se llevó el premio de interpretación (totalmente merecido) en el Festival de Cannes.