Fires on the Plain es una novela de Shohei Ooka editada en 1951 y que narra las desventuras del soldado Tamura, inmerso en la campaña japonesa en las filipinas durante la Segunda Guerra Mundial. En plena selva, acosados por el ejercito americano y la propia guerrilla filipina, los soldados japoneses, entre ellos Tamura, tendrán que lidiar con los horrores de la guerra, el hambre, su propia mortalidad y la supervivencia.
Shinya Tsukamoto adapta y protagoniza esta película que ya en 1959 versionó el conocido director Kon Ichikawa en una cinta muy similar a la que hoy nos ocupa. Muchos de los que verán esta no vieron aquella, entonces el debate no les afecta pero… ¿Que necesidad hay de adaptar algo que ya esta hecho?. La comparación entre ambas es inevitable, ya que cuentan la misma historia, con planos muy similares y un desarrollo también muy parecido -no se han tomado muchas licencias que las hagan diferenciarse en el aspecto histórico-.
Ambas películas saben recoger de forma magistral el fondo de la novela, el enfrentamiento de un hombre al horror de la guerra, a la hostilidad de todo cuanto le rodea, enfrentando su deber a su propia supervivencia, tanto física como mental. Lo que diferencia en parte ambas películas es su acercamiento. Tsukamoto crea una película plástica, en donde se le da una enorme importancia a la fotografía y el color. Es impresionante y sobrecogedor ver esa selva verde hasta casi la saturación, el lecho de un río de blancas piedras en su centro y que aparezca Tamura, sucio, oscuro-azulado, en pleno contraste con la dura naturaleza que lo rodea, como un muerto viviente totalmente fuera de lugar. Esta sensación plástica se ahonda con una reducción en los diálogos, una banda sonora muy sobria y un gran uso del sonido ambiente. Además Tsukamoto interpreta a Tamura de una forma bastante espartana, muy estática y con poca expresividad, lo cual acentúa esa sensación de irrealidad visual. Pero si algo me hizo pensar en la película durante estos días fue su final.
En fin, la película en si funciona de una manera brutal, aunque muchos pensarán que es innecesaria, superior, o inferior, a la adaptación de Kon Ichikawa. Para mi ambas son válidas, muy similares pero que aportan acercamientos ligeramente diferentes.