Stephen Chow lleva años dando vueltas alrededor del rey Mono. Como actor, como director, como guionista. Sus adaptaciones empiezan a ser algo así como el retrato de una época, y, ahora mismo, esa época tiene algo con lo que siempre soñó, desde aquel lejano Zu, su compañero de aventuras en esta ocasión, Tsui Hark: efectos especiales a mansalva. Tsui Hark dirige esta nueva entrada del rey Mono y va camino de convertirse en uno de los realizadores de intros de videojuegos más importantes de la historia. Si no fuera porque hace cine... En esta película uno duda de todo y, de lo primero, de que haya algún actor real. Los efectos especiales y una estética alocada (con un remarcado uso del color) la convierten en un objeto extraño pero muy atractivo (a la que solo hay que unir la banda sonora... con ciertos extraños homenajes).
El argumento es sencillo. El rey Mono y sus acompañantes siguen su viaje al Oeste enfrentándose a los más variopintos demonios, escondidos tras apariencias humanas. No hace falta conocer la novela y ni tan siquiera haber visto la primera parte. Lo que sucede es un espectáculo brutal de conversiones y peleas, con unos toques de humor muy Stephen Chow. Esta película es para divertirse, sin pedirle nada más. Dejarse llevar por sus locas propuestas y allá van esos 109 minutos (un detalle por su parte no pasar de las dos horas). No es la mejor película de Tsui Hark, no es la mejor película de Stephen Chow, no es la mejor película del rey Mono, pero el conjunto es más que aceptable.