Sus intenciones pueden ser loables (denunciar la corrupción rampante en el sistema policial surcoreano y, lo que aún es más grave, lo profundo que esta espiral de mentiras, sobornos y pactos penetra en el seno de la sociedad surcoreana, que parece dispuesta a cualquier cosa sin ningún remordimiento moral con tal de lavar las apariencias, llevándose por delante conceptos como familia, religión y amistad), pero como no estamos hablando de un documental o de un noticiario sino de una película de ficción, lamentablemente las intenciones no son suficientes para construir una buena obra: la película peca de muchos de los defectos habituales en el género: trama y personajes totalmente maniqueos a expensas de un mensaje que el director quiere transmitir, lo que los convierte en meras marionetas sin matices ni individualidad.
Una pena, porque es una obra que, si hubiera sido más osada (estoy pensando en
Poesía, del enorme Lee Chang Dong) habría sido otra cosa, pero se ha quedado en un panfleto crítico más con cuatro caras bonitas de actores adolescentes.