Jejeje, bueno, la de Herzog la citaba sólo por el título alemán: «cada uno para sí (= sálvese quien pueda) y Dios contra todos»
Lo que piensa el director de Busan (perdón, que nunca me aprendo su nombre) yo tampoco lo sé, pero me lo imagino, porque 'Seoul Station' sigue fiel en la línea de sus anteriores, esa crítica corrosiva y (al menos en apariencia) nihilista, y 'Busan', vamos, es que está en las antípodas. El doblete de este director en 2016 es de lo más curioso. El acento «solidario» de 'Busan' a mí se me pasó un poco por alto, por eso me llamó la atención tu comentario, y noté un contraste más entre las dos películas. Se me ocurre que en Corea siguen favoreciendo esa moral tradicional del sacrificio por el grupo, por la totalidad. Y por eso el director habría tirado por ahí (más promo, más público, más pasta
). Pero a la hora de la verdad, algo debe andar muy mal en la sociedad coreana si ese director, cuando hace pelis de animación, retrata lo que retrata
Con lo de la moral de la época de Edo, bueno, me baso en impresiones, a fuerza de ver cientos y cientos de pelis japonesas desde hace unos años, y también de algunas lecturas, pero seguro que menos de las debidas. Si digo Edo, es porque me figuro que son unos modos de hacer que sobre todo se fijaron en la época del shogunato Tokugawa, pero probablemente, de hecho estoy casi seguro, remontan más atrás. Es una mezcla, hasta donde se me alcanza, de renuncia budista, moral feudal guerrera y de clases y jerarquías muy marcadas, y algo de confucianismo (muy amante también de las jerarquías y de la supeditación del individuo al Estado, etc.). Menciono un par de ejemplos característicos. Los samuráis que se suicidan (¡con gusto!) siguiendo a su daimyo al que han ordenado suicidarse, por la razón que sea, sus superiores. Y las esposas de los samuráis susodichos, también (se suicidan sin vacilar, o, si vacilan, piden a las siervas que las acuchillen, para después seguirlas también). Viven la vida con la muerte siempre a la vuelta de la esquina, por cualquier tontería toca hacer el harakiri o lanzarse a un combate a muerte (una ofensa de otro samurái, un rumor infundado sobre cuernos de la esposa, una misión en la que se ha fallado, una palabra torpe en una cena colectiva...). De todo esto hay ejemplos a centenares en los jidaigekis. El individuo es un peón prescindible: y lo son todos, de arriba abajo, excepto el shogun o (en la época Meiji) el Emperador. En las pelis de yakuzas de época Edo, es muy gracioso el aspecto grupal que va asociado a esto: llega una noticia de que le ha pasado algo a no sé quién del grupo o su familia, y los que estaban sentados todos se alzan a la vez, se indignan a la vez, echan mano de la espada a la vez y salen todos a la vez a ver con sus propios ojos y tomar las medidas que sean. Todos al unísono. Estos está claro cómo actuarían en un momento zombie
Pero fijémonos en que esta solidaridad extrema tiene un precio: el individuo es = 0; cuando el oyabun te imponga una misión suicida, obedecerás sin rechistar, y orgulloso de ello. Otros rasgos culturales que sobreviven en Japón retienen mucho de todo eso... La yamato-nadeshiko, esa mujer que llora o grita por dentro, pero que sonríe por fuera, de esto las pelis de Ozu están llenas. Esa represión de las expresiones emocionales se asocia a una templanza del ánimo obtenida con esfuerzo, muy loable motivo de orgullo personal, etc. etc., pero ¿a qué fin sirve? Acaso llena de autoestima al individuo, pero no potencia sus deseos ni su felicidad ni su libertad, todo lo contrario. Es una vida centrada en los demás para todo, incluido el famoso «qué dirán». Sí, se fortalece al individuo, pero es para fortalecer la sociedad, no para potenciar lo individual, que justamente se reprime y casi anula. Y esto hasta lo refleja la típica casa japonesa. No recuerdo qué peli era que lo comentaban, lo abiertas que son las casas, lo grande de las puertas, la ausencia de intimidad tanto dentro de la familia como de esta respecto a los de fuera... Y bueno, toda esta ideología y modos de hacer, llega un buen día la restauración Meiji y trae el capitalismo importado con su correspondiente ideología y se montan una mezcla que no hay por dónde agarrarla
Y se dan paradojas como que el individuo ha de buscar su felicidad personal, competir para triunfar, etc., pero ha de hacerlo con espíritu de sacrificio, renunciando a mil cosas, y
porque es lo que se espera (los demás, la sociedad) de él. Para mí todo esto, paradojas incluidas, resuena en algo tan simple como ese «ganbatte!» cuando oigo que se lo dice una idol a otra con una gran sonrisa: es un «¡ánimos, tú puedes!», pero a la vez un «esfuérzate», haz sacrificios,
porque lo esperamos de ti, porque fracasarás si fallas, y así sucesivamente... En Happy Hour, veo mujeres que han abandonado el ideal de sacrificio por la familia (evidente en unos cuantos Naruses que a los occidentales nos sorprenden...), por mor de esa felicidad personal que les han enseñado que han de buscar, pero sus problemas maritales en buena medida, si es que no totalmente, derivan de la represión de los sentimientos (y no hablemos de su verbalización) que pide el modelo yamato-nadeshiko, ¡toma contradicción!
Y bueno, seguiría con más de esto un buen rato. En fin, ya digo que hablo por impresiones y puedo equivocarme bastante...
En cuanto a la «trampa que hay que evitar», yo diría que es la de pensar en que la «naturaleza humana» es así o asá; pero no hay que subestimar el poder de la ideología, la manera como atraviesa nuestra personalidad, nuestros deseos, todo.