Menos mal, noa, que gastas bromas con la misma naturalidad con las que las aceptas. Dicho lo cual, ¡que te corten la cabeza!
(joder, creía recordar que el
smiley era una decapitación, pero no, le cortan media cara. ¡Que salvajada! ¡En serio!
)
subeteorimono lo que quiere es tirarme de la lengua para ver si la peña se interesa por la peli, y vas tú y le das bola.
Pero me dejo, que no hay más noble objetivo en la red de redes. Eso sí, un aviso: no soy amigo de escribir en #FFFFFF, así que alguien puede sentirse
spoiliado.
Acuerdo de buen grado con todo lo que decís, aunque tal vez lo vea yo con otros ojos. Vaya por delante: veo las pelis cuando puedo y las comento cuando puedo; ya no suelto esas felices soflamas encendidas e inmediatas al fin, así que tampoco me da para profundizar realmente. Un ejemplo: hace ya semanas que salí en pos del Dios Ballena y aún no os he contado mi epopeya.
Pero os voy a tener que hacer el trabajo, vagos: si hay un gris que buscar es en la mortecina tez de nuestra hipnótica y suicida Michiyo Aratama (si hay que vivir un drama en esta vida, que con ella sea). Porque sí: se vende; semana a semana, cobra su soldada de querida, de mantenida. Lo que de hecho facilita mucho el desentendimiento del hijo (qué cosas: a mí al principio tampoco me encajaba mucho Tatsuya Mihashi en el papel, pero al final me pareció que borda ese desdén vital que tal vez esté anunciando el cambio que se avecina, aunque no recuerdo ese comentario de refilón sobre lo que daría en ser la tribu del sol). ¿El honor de la familia? ¿En serio os preocupa eso? Yo casi que paso.
Así que ella cobra, sí, pero se suicida por amor. Y creo recordar que hasta dona el dinero destinado a lavar el honor de la familia del memo ese. Y la adorable Sachiko Hidari posa desnuda, sí, pero -ahora no recuerdo exactamente- lo hace para pagarse los estudios y ayudar a su familia, para curar a doscientos niños con cáncer o para algo igual de edificante. Yo ahí no interpreté tanto retratos (esos grises) de los personajes como una naturaleza muerta: la sociedad en podredumbre. Lo que un cándido en el mejor sentido de la palabra tiene que hacer en esta escatología de maldad en la que vivimos. No en vano, poniéndonos judeocristianos, lo que hace el padre es un acto de contrición en toda regla; hay un momento en el que está hablando en general, pero está diciendo muy en concreto que ha sido él con su demasiado dinero el que ha creado al monstruo de su hijo. Esa escena rebosa culpa, negligencia.
El manager y la corista (tándem de clasicazo, como también esa cosa pintoresca de aquellos
night clubs) rezuman maldad mientras mueven los cordeles de los globos con ese cinismo tan bien retratado.
En fin, de verdad que percibí ese polarizado motor narrativo. (Maravilla de la comunicación: hablar de la película me la pondera para muy bien.)
Por lo demás, me faltó una "s":
slow life. Y, bueno, amigos, de momento, ésta es mi vuelta. No hay más. No doy para mucho más. Aún tengo horarios de esclavo y hasta cajas sin abrir de la mudanza. Pero me he montado un despachito en casa con vistas a traducir, ya que no al mar. Ahora mismo, más un
wishful thinking que otra cosa, tanto hacer unos subtítulos como ver la océana cosa. Así que mejor voy paso a paso y me concentro en comentar un día de estos el labio leporino del Dios Ballena.
(¡Ah! ¡Oh! Corro, corro, corro de vuelta al hilo porque acabo de recordar algo hermosísimo: Sachiko
He and She Hidari confesando que si bien posó desnuda contra la malnutrición infantil, le gustó hacerlo, le hizo sentir bien consigo misma, se sintió hermosa y tal vez poderosa por primera vez en su vida; que se aceptó incluso a través de esa desnudez. Nada, que lo he recordado, simplemente.
)