Yûzô Kawashima:
el recurrente caso del director desaparecido
Yuzo Kawashima apenas existe para Occidente. Por supuesto, no es el único caso. En algún punto entre Keisuke Kinoshita, para quien trabajó de asistente, y Shohei Imamura, quien lo hizo para él, Kawashima desapareció. Es tan poco lo que he encontrado sobre su persona y su obra que inevitablemente esta reseña será breve y empezará "en negativo": no hay una entrada suya en el Historical Dictionary of Japanese Cinema, de Jasper Sharp; no se le menciona en el Oxford Handbook of Japanese Cinema, de Daisuke Miyao; no aparece en The Aesthetics of Shadow: Lighting and Japanese Cinema, del propio Miyao; se le ignora olímpicamente en To the Distant Observer: Form and Meaning in Japanese Cinema, de Noël Burch; como era de esperar, no existe para Outlaw Masters of Japanese Cinema, de Chris D., y ni siquiera Nagisa Oshima se acuerda de él en el documental 100 Years of Japanese Cinema. Y siendo esto doloroso, porque fue un breve pero gran director, lo más inexplicable es que tampoco tenga un hueco en el Japanese Cinema Film Style and National Caracter, de Donald Richie, porque precisamente su forma de retratar la sociedad de Japón en diferentes épocas a través del depurado estilo de su cine lo hacía muy pertinente. Y esto, claro, se traduce en el ínfimo número de películas suyas que nos han llegado, de las que apenas cinco cuentan con subtítulos en algún idioma.
Por contextualizarlo: Kawashima (1918-1963) era 13 años más joven que Mikio Naruse (con quien trabajó, como luego comentaremos) y 13 años mayor que Masahiro Shinoda; tenía 27 años cuando cayeron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y, dado que desde joven sufrió una parálisis parcial en el lado derecho de su cuerpo, no fue llamado a filas durante la Segunda Guerra Mundial, así que vivió en suelo japonés los bombardeos aliados, terribles por lo obvio y además por aleatorios. En 19 años de actividad, firmó más de 50 películas, de las que sólo he visto cinco, que son las que conforman la idea que tengo de él como director: Suzaki Paradise (1956), The Sun Legend of the Tokugawa Era (1957), Evening Stream (codirigida con Mikio Naruse, 1960), Temple of the Wild Geese (1962) y The Graceful Brute (1962). Si la sensación que me dan esas cinco películas fuera extrapolable a un cuerpo de obra que no conozco, tendría que decir que Kawashima es uno de los grandes directores japoneses, uno que se caracteriza por el ritmo de sus películas, que bajo una apariencia de comedia, incluso de enredo, retratan una visión muy sombría de Japón; por el permanente costumbrismo que muestra, el realismo, lo que hace de los prostíbulos y del sexo como moneda social en general uno de sus motores narrativos; por la exhaustiva planificación de sus rodajes, que se expresa en un increíble dominio de los espacios cerrados; y por cierta bondad, una empatía general con los personajes.
Por supuesto, el sexo como moneda social, como recurso para granjearse un porvenir, como acuerdo implícito entre el hombre proveedor y la mujer dispuesta, ha estado y está presente en todas las culturas y sociedades, y en las que retrata Kawashima es un factor determinante. Puro realismo. Tanto, que en tres de las cinco películas mencionadas es uno de los protagonistas. En dos de ellas, The Sun Legend of the Tokugawa Era y Suzaki Paradise, además, el prostíbulo es una presencia constante que va determinando la acción. En la primera, es el escenario donde transcurre todo. ¿Qué mejor lugar para mostrar una sociedad cambiante, que está asomándose a la Época Meiji y a la restauración del Emperador mientras un creciente nacionalismo atenta contra los asentamientos extranjeros, que el día a día de un prostíbulo? En la segunda, en un maravilloso ejercicio narrativo, el prostíbulo nunca se muestra, pero su casi obsesiva presencia a un lado del puente determina toda la vida que se hace al otro lado. Cruzar ese puente es optar por otra alternativa de vida, una realidad cierta en ambas direcciones. La tercera de las películas que hacen explícito ese acuerdo de sexo a cambio de porvenir es Temple of the Wild Geese, en la que una preciosa Ayako Wakao conviene a tener una relación con el disoluto abad de un monasterio para tener cierta seguridad en su futuro.
El ritmo de las obras de Kawashima va de ágil a frenético y normalmente procura un halo de comedia que oculta una desalentadora visión de la sociedad. En Temple of the Wild Geese, el maltrato que propina el abad a su ayudante llega a extremos de sadismo; en Suzaki Paradise, la mayoría de los personajes o están pasmados o son o crédulos o malvados o interesados... hasta que completan su ciclo y vuelven a su estado inicial; en The Sun Legend of the Tokugawa Era, bajo una capa de magnífica comedia hay terroristas, estafadores, putas peleándose por los clientes, avaros proxenetas; en The Graceful Brute, toda una familia, toda, se dedica a la estafa hasta que se topan con una estafadora mejor. Pero también hay empatía: son al fin y al cabo seres humanos intentando sobrevivir. En estas películas es imposible pasar por alto las actuaciones de Yunosuke Ito (The Graceful Brute) y de Furanki Sakai (The Sun Legend of the Tokugawa Era): son perfectos para ese aire de enredo, para ese ritmo trepidante y esa desopilante comedia que caracterizan a Kawashima, y ambos parecen pasárselo realmente bien. Y, claro, está Ayako Wakao (The Graceful Brute y Temple of the Wild Geese), motivo ella sola más que suficiente para verse cualquier película.
Como podéis comprobar, sólo estoy hablando de las películas que he visto, así que no puede ser más que un comentario parcial, pues no constituyen ni el 10% de su producción, pero no puedo hacer otra cosa. Aun así, las sensaciones son ciertas: en una encuesta realizada por Kinema Junpo en 1999 entre 140 críticos de cine, The Sun Legend of the Tokugawa Era fue considerada la quinta mejor película japonesa de todos los tiempos (coescrita con Shohei Imamura, quien lo reconoce como una de sus mayores influencias, éste haría su propia versión más tarde, Eijanaika).
Me resta hablar de una característica muy pronunciada en su cine: su tremenda habilidad para rodar en espacios cerrados, que se puede comprobar en casi todas las películas citadas y que llega a su máxima expresión en The Graceful Brute (maravilloso guión de Kaneto Shindo), que transcurre casi totalmente dentro de un minúsculo apartamento con algunas escenas en las escaleras del edificio. Sólo por la planificación, la versatilidad de los encuadres, los movimientos de cámara y los tabiques que están pero obviamente no están, ya merece la pena, pero además Kawashima le da verdadera categoría a esta sátira social escrita por Shindo. También es ejemplar el trabajo en The Sun Legend of the Tokugawa Era, que transcurre en gran medida dentro de un prostíbulo, o en los bares de Suzaki Paradise y el templo de Temple of the Wild Geese. No recuerdo un caso igual.
Todas estas características son las que, a falta de mejor confirmación, me hacen pensar que Mikio Naruse recurrió a él para las escenas del restaurante y de las chicas yendo de bar en bar en Evening Stream, codirigida por ambos. Desde luego, la parte más desenfada de la película, bajo la que corre un tremendo drama, con la hija enamorada del amante secreto de la madre, y esos interiores tienen la firma de Kawashima.
¿El resto de su obra? Bueno, además de Temple of the Wild Geese y The Graceful Brute, firmó otras dos películas el año anterior a su muerte, que le sorprendió (o no) en plena actividad, pues en el mismo año de su deceso, 1963, firmó otros dos títulos, Kigeki: Tonkatsu ichidai e Ichi ka bachi ka. Indudablemente, había alcanzado un importante estatus dentro de la escena del momento, dominada por una nuberu bagu con la que colaboró a veces pero a la que en realidad no perteneció. Reiko Dan (Sanjuro, Red Beard, When a Woman Ascends the Stairs), Daisuke Kato (Rashomon, Yojimbo, Ikiru), Michiyo Aratama (Kwaidan, The Human Condition, Dai-bosatsu toge), Yoko Tsukasa (Shisengumi, Samurai Rebellion, The Devil's Island) y los mencionados Ayako Wakao y Furanki Sakai son algunos de los actores y actrices más recurrentes en su producción, que se caracterizó por la adaptación de obras literarias. Aunque uno se lo imagina febril, encargándose de casi todo y trabajando a destajo, Shugoro Yamamoto (autor, entre otras, de las novelas adaptadas en Dora-heita y Sabu), Masuji Ibuse (Kanzashi, Black Rain), Toyoko Yamasaki (Fumo chitai, The Great White Tower) y Tsutomu Minakami (A Fugitive from the Past, The Ballad of Orin) fueron algunos de los escritores a los que recurrió.
Acabo con una disculpa y una enhorabuena: no he encontrado verdadera información sobre este tremendo director, así que estas impresiones son una valoración desde mi gusto personal y las cinco películas que recurrentemente he nombrado. Por otro lado, es una alegría que aún queden por descubrir directores de tanta talla, porque en el cine de Yuzo Kawashima hay una aguda inteligencia, con el sentido del humor que eso implica; una depurada técnica, con el saber narrativo que eso conlleva; una profunda sociología, con el costumbrismo al que siempre se presta; y un emocionante conocimiento de la condición humana, con las luces y las sombras que le son propias.
Texto: davidn33.
Yûzô Kawashima: el vagabundo de la edad de oro del cine japonés
«Primero fui director asistente de Yûzô Kawashima, y terminamos pasando días y noches escribiendo guiones juntos. Incontestablemente, me influyó mucho (...). El conjunto de su obra se caracteriza por el tema de lo grotesco. En él hay además algo así como una corriente subterránea muy pesimista, muy sombría, sobre la vida, aunque eso no aparezca en primer plano. Si Kawashima me influyó, sobre todo es por lo que aparecía en primer plano: el lado grotesco, gracioso, divertido, y no creo ser en absoluto tan pesimista como él.»
Shôhei Imamura
Descubierto tardíamente en Europa, Yûzô Kawashima (1918-1963) pertenece a esa generación de cineastas de la posguerra que marcaron un punto de inflexión en el séptimo arte japonés: rompiendo con los melodramas populares y los films históricos que marcaron la época dorada de las grandes compañías (Shôchiku, Daiei, Tôhô) en los años 1950, Kawashima se afirmó con comedias satíricas y festivas en la vena de Minoru Shibuya y Kon Ichikawa. Su muy personal visión del cine, reacia a toda restricción formal y rebelde a toda crítica, deja como legado en su conjunto una obra esencial, aunque desigual, para comprender el advenimiento, unos años más tarde, de la «nueva ola japonesa». Pues el retrato de las costumbres de posguerra, que Kawashima trata de manera frívola y burlesca a través de una fauna ciudadana en la que se mueven antihéroes –camareras, prostitutas, parejas jóvenes vagabundas, abandonados de una sociedad que se cura las heridas y oportunistas de todo pelaje– era a fin de cuentas «algo bastante grave, bastante profundo, bastante serio a pesar de las apariencias» (Imamura) como para que los autores de la nouvelle vague japonesa lo retomaran en su propio decurso estético y político en confrontación con la voluntad misma de las grandes compañías.
Texto: MCJP. Traducción: subeteorimono.
"Yûzô Kawashima: el recurrente caso del director desaparecido" es una retrospectiva de subeteorimono y davidn33 a partir de una idea de Silien.
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