Bueno, ya la vi (intento ver todas las palmas de oro). La verdad, una decepción, a medias. Hay elementos elogiables, no cabe duda, como la iluminación, que creo que es portentosa. El actor principal borda su papel. La dirección, en momentos, creo que es sublime, porque alcanza la sencillez de Huillet y Straub, y se queda con el plano justo, preciso, para que quepa toda la emoción. Pero luego la emoción se va lejos, muy lejos, y nos deja solos en la sala, con mucho frío.
Me explico, y lo diré de una sentada: esta película sería mejor, mucho mejor, si le hubieran quitado la mitad de su metraje. La verdad, acaba aburriendo, y no sólo aburriendo, sino aborreciendo: demasiado diálogo, demasiado manierismo, demasiados interiores. Me faltaron un poco más los paisajes, la nieve, la desolación.
Se hace repetitiva, monótona, desesperante, porque siento que le sobran muchas cosas, muchos planos, muchos diálogos... La película acaba por desbordarse a sí misma, y de qué manera.
No sé qué le ha entrado al mundo entero con Ceylan, la verdad. Hace unos años fui a ver Los climas, y me tuve que salir a la mitad: no aguanté la pomposidad, la forzada sencillez, la mala dirección, los actores y los personajes me parecieron inflados, inverosímiles, pedantes hasta la médula. Y Sueño de invierno, la verdad, tiene cosas muy rescatables, pero no entiendo las ansias de gran película, de 3 horas y cuarto de duración, ¿para qué? La historia, sus recovecos, su pretendida profundidad, podría haber cabido en hora y media o dos horas, a lo sumo. Creo que a veces a los directores se les va la cabeza y no entienden que lo primero es un público, y que, de una forma u otra, tienen que entretenerlo.