¡Alabado sea el Señor! Hay más cineastas chinos vivos, aparte de Jia Zhangke. En fin. A Yinan ya le seguía los pasos desde Uniform, y bueno, realmente este hombre tiene una habilidad especial: las atmósferas. Aquí vuelve a demostrarlo, porque seguramente es imposible pasar más frío viendo una película.
Esta película es un noir en toda regla. No un film de acción (aunque tiene poca, es más satisfactoria que alguna superproducción chino-hongkonesa: esta te la crees). Cierto que el argumento no es brutal (no así la película, que para mi lo es de principio a fin), pero también es verdad que seguramente Yinan no buscaba sorprender a nadie, sino contar un estado de las cosas. Este hombre no es un director de género, de modo que a partir de ahí, obviamente lo ha usado como apoyo para otras cosas. ¿Qué otras cosas? Pues digamos que completar el retrato nada agradable que ya empezó a dibuja Zhangke con A touch of sin. China tiene más que ocultar que qué mostrar y tras milagros económicos neocapitalistas se esconde una podedumbre que ni tan siquiera la contaminación puede ocultar.
Las diferencias sociales esconden tremendas capas de desesperación y la desesperación las cosas más horribles. Así, cuando nos llega algún terrible suceso de allí, nos damos cuenta que solo es la punta del iceberg. Aquí la historia no sirve para mostrarnos una intriga a descubrir y, cuando descubrimos lo que ocurrió, nos damos cuenta que los asesinos son los otros. Esa clase social creada sobre las cenizas de la otra, ese estado creado sobre cadáveres, esa policía a la que solo le queda ser aún más miserable que los otros y que reune en sí todas las paradojas de este país comunista lleno de ricos y tan corrupto que podrían pasar por españoles.
En fin. No me ha sobrado ni un minuto. Ni un segundo. La fotografía es brutal, las interpretaciones son brutales, la dirección es brutal, atenta al más mínimo detalle (qué decir sobre ese final, esa suma de todas las desesperaciones).
Reconozco que en los últimos tiempos estoy harto del cine. He visto tantas cosas horribles o mediocres envueltas en capas de vanidad (y jaleadas por un público que parece que no espera nada más que migajas), que estoy cansando y realmente no sé por dónde seguir, qué ver. Entonces llegan películas como estas que me devuelven una idea del cine basada en la honestidad y en el trabajo y en la voluntad de contar algo... ideas, sentimientos. No quedan muchos cineastas así. En Asia cada vez menos. En China, hay que buscarlos cuidadosamente. Disfrutemos de ellos.