No son pocos los que seguramente habrán conocido por primera vez a Reha Erdem a partir de Jîn, su penúltimo film. Erdem no es especialmente conocido en el nuevo cine turco, aunque sin duda ocupa un lugar muy importante, lo cual no le evita estar perdido en tierra de nadie. No pertenece a esa tríada de directores que han marcado nuestro conocimiento de este cine (Nuri Bilge Ceylan, Semih Kaplanoglu, Zeki Demirkubuz) pero mantiene una cierta distancia con respecto al resto, entre los que no deja de haber directores muy interesantes. Seguramente su filmografía, su vida, invitan a ver su cine de otra manera, alejado de todo. Pero veamos las razones para que Erdem deba ser considerado un director muy especial.
Tras abandonar sus estudios en Turquía, Reha Erdem, que había nacido en 1960, se marcha a Francia. Allí termina estudios de cine y bellas artes y, con 28 años, rueda su primera película, en la que no se puede negar una curiosa influencia francesa. Y digo curiosa influencia porque esta sería Marguerite Duras, escritora, directora, a la que uno no se espera encontrar como referente de nada, dado lo particular, lo personal, de su cine. A ay (Oh moon! ) contiene buena parte del germen de su obra, aunque este germen no empezaría a dar sus frutos hasta casi dos décadas después. A través de la vida de una niña que vive en una vieja casa aislada con sus tías, Erdem construye una película entre la infancia que se acerca a la juventud y la soledad, pero también sobre la magia. Todo ello bajo el signo de una necesidad de crecer, de abandonar esa inocencia original (no exenta de crueldad) para dejar paso a un ser provechoso para la sociedad, una sociedad que tampoco está muy preparada para acoger gente que presente un simple atisbo de especificidad.
Tendrán que pasar once años para que nos volvamos a encontrar con Erdem. Y, sorpresa, su cine no tiene absolutamente nada que ver con lo que nos había mostrado en la primera película. Posiblemente es algo tan sencillo como la diferencia entre lo posible y lo deseable. A ay era un objeto volador no identificado y el cine turco de autor aún estaba buscando su sitio (en aquel 1999 Nuri Bilge Ceylan rueda su segunda película, pudiendo decirse que los primeros atisbos de nueva ola son del 1997, con él y Demirkubuz). El caso es que A run for money es una comedia (que no deja de ser un drama) sobre un vendedor de camisas al que la fortuna pone un buen montón de dinero en sus manos. Y todo lo bueno que había en él deja paso a toda la miseria que se puede contener. La película funciona estupendamente en su género y el director demuestra que se siente tan cómodo aquí como allá. Y, por si había alguna duda, repite la excepción. Por última vez. De momento.
What is a human anyway? vuelve al terreno de la comedia con un personaje masculino importante enfrentado a sus propios problemas, en este caso una pérdida de memoria y su extravío mental. ¿Ha formado parte de un robo o no ha formado parte de un robo? El caos se instala alrededor suyo, y también Estambul, ciudad, personaje importante. Obra de enredos, Erdem, que está lejos de tomarse estas cosas como un encargo (no en vano siempre se ocupa del guión de sus películas), vuelve a salir triunfante y con algún premio bajo el brazo.
Convencido ya de su lugar en el cine, esta vez solo tarda dos años en volver, pero es que en realidad, y como decíamos, realiza un salto espectacular para enlazar con aquel punto en el que se había quedado veinte años antes. Y lo hará con una obra que en realidad podríamos extender a dos, dada la importante relación que mantienen entre sí: Times and winds y My only sunshine. Cuentos crueles para una infancia (turca). Times and winds será un retrato de esa infancia que se aleja y se empieza a enfrentar, con los dientes apretados y la rabia a flor de piel, a sus mayores. El desencanto es palpable, y con él también una necesidad de integrarse con la naturaleza que les rodea, como si frente al mundo exterior que se les viene encima, necesiten hundir sus raíces más profundamente en la tierra. My only sunshine retomará, en cierta manera, el personaje de una de las niñas (al menos cogerá a la actriz protagonista) y la llevará unos años más allá, hasta el instituto y hasta Estambul, abandonado el pueblo. Sacada de esa naturaleza, enfrentada a una sociedad que no le corresponde, como la protagonista de A ay, solo puede ir descubriendo una vida nada fácil, en una familia reducida al abuelo postrado en la cama y al padre. Reha Erdem dará con esta dura película su obra maestra, y sin duda se reivindicará como un director a no olvidar.
En esas andaba cuando llegó Kosmos, su obra más desconcertante, entre el manierismo y la extrañeza. La llegada de un extraño hombre a un pueblecito perdido en las montañas se convierte en un caso muy particular. El hombre parece aquejado de algo cercano a la locura, que seguramente solo es una versión extrema de un misticismo propio, y que le lleva a poseer extraños poderes, a la vez que una desesperación asfixiante.
Kosmos será el objeto misterioso de su filmografía. Esa pieza inclasificable y no fácilmente asimilable. Y, de nuevo, años después volverá unos pasos hacia atrás para dar su obra seguramente más conocida: Jîn.
Con Jîn Erdem vuelve al terreno en el que siente más cómodo (y nosotros con él): el de la infancia. La infancia traumática, la infancia enfrentada a su paso a la juventud, a su encuentro con la realidad, que no es nada agradable. Jîn, combatiente kurda, a través del viaje en busca de su abuela (metáfora de algo), se enfrenta al viaje de ese paso, de ese cambio de edad y de responsabilidad. Viaje iniciático, diríamos. Y, como en los otros casos, entre la crueldad de todo, solo encontrará su lugar en la naturaleza y lo mágico.
A la espera de que nos llegue su última película, Singing women, que parece seguir el camino marcado por Jîn, la filmografía de Reha Erdem no deja de ser ese lugar inevitable a la hora de intentar aproximarnos a una cierta idea del último cine turco. Infancia, crueldad, naturaleza, desplazamientos (físicos y mentales), relación con un mundo adulto no preparado para aquello que es especial, son los temas de un cine intenso en su tranquilidad, en eterno conflicto pero en paz consigo mismo.
Introducción y retrospectiva: Silien.
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