Lee Man-hee es sin duda uno de los cineastas clásico coreanos más aclamados y reivindicados, tanto por crítica como por los directores que conforman el último cine coreano. Desde principios de los sesenta hasta mediados de los setenta (de forma decreciente, pues cayó en desgracia) rodó medio centenar de películas, de las que nos han llegado las que nos han llegado. El Korean Film Archive se ha puesto a recuperar su obra y sitios como la Cinemateca francesa le dedicó una retrospectiva. En Allzine teníamos dos películas suyas (aunque con ciertos cambios en el nombre del director y las películas que hacían difícil localizarlas):
Marines are gone y
Holiday, y ahora pues tenemos una más, esta Black hair.
Black hair está considerada como una de sus obras más emblemáticas, y bueno, dicen que al protagonista (en realidad los protagonistas de sus películas de aquella época) no les faltaba un cierto toque autobiográfico. Lo cierto es que estamos (algunos dicen) ante el mejor cine negro que ha dado el cine coreano, y bueno, tampoco puedo comparar mucho. Lo cierto es que es más que un noir, porque tiene un componente melodrámatico insoslayable.
La historia es la del jefe de una banda de gangsters. Su mujer le traiciona con un tipo (aunque ella no quiere, pero es ya hilar muy fino para los bajos fondos) y él decide aplicar las reglas de su banda, mal que le pese: cortarle la cara. Y claro, lanzarla de una patada. Ella acaba de prostituta y él sufriendo horriblemente por esto, porque la quiere. Y así, entre melodrama y los propios dilemas de la banda, pasan los días y las cosas.
La película es muy curiosa. Seguramente tiene más influencias del noir americano que de otras cosas (por ejemplo, que del cine japonés), pero no se puede negar que este hombre logra hacer algo completamente particular, extraño a veces, extravagante otras, de una cierta belleza otras más. El montaje es un poco raro (sobre todo al principio) pero los personajes (algunos instalados en la sobreactuación, otros más contenidos) tienen fuerza, y es indudable que tiene un buen número de factores para ser un clásico del cine coreano.
Notaréis que la película va dando saltos y hace cosas raras al principio, hasta los primeros veinte minutos (cada vez menos). Eso es así: desgraciadamente es un defecto que tenía la copia restaurada, que será la única disponible. En fin. Ahí queda eso. A ver si vamos descubriendo poco a poco la filmografía de este hombre, que murió joven (de cirrosis, lo cual ya da una idea de los últimos años que pasó, perseguido por comunista y otras lindezas de la Corea del Sur posbélica, lado americano).