He aquí una película sorprendente. Una película pequeña, modesta, pero que a la vez fue seleccionada en Cannes el año pasado (Un certain regard). Una película de una directora debutante, Flora Lau, que a la vez cuenta con la fotografía de Christopher Doyle, la ayuda de William Chang en la escenografía, y el protagonismo de Carina Lau. Casi nada.
Podríamos pensar que la película le debe algo a Wong Kar-Wai, pero no, realmente no. Alguna textura, algún toque, pero es más el efecto de la extraordinaria fotografía de Doyle, al que se echaba y mucho de menos. En fin. La historia. Son dos, entrecruzadas. Una pareja que van a tener un segundo hijo (pero no pueden por la ley China, luego ella debe dar a luz como sea en Hong Kong), y una mujer de clase alta a la que, un día, el marido desaparece, y con él, el dinero. El hombre de la primera pareja trabaja de chófer para esta mujer. Y ahí está todo. Y he decir que a mi la película me ha encantado en su sencillez y concrección. Nada sobra, todo hace avanzar la acción, las interpretaciones son estupendas (Carina Lau está perfecta), la tensión no decae, y realmente la película es preciosa.
Al final, el cine hongkonés, cuando recupera una cierta humildad, cuando deja de hacer el chorra con los efectos especiales, cuando se basa en la inmensa calidad de su gente, está ahí. No os la perdáis.