Para los aficionados al jidaigeki el Periodo Nara es un agujero negro sobre el que el cine no nos ofrece información alguna. Teinosuke Kinugasa es, a día de hoy, el único director que conozco que rompe esa barrera invisible para contarnos uno de los incidentes más controvertidos de la historia de Japón, ambientado entre los años 762 y 769.
En realidad, como saben los que han leído el
primer fascículo de nuestra flamante colección
Historia de Japón a través del cine, en fascículos, tenemos –ya la teníamos en 2014, y años antes, pero no nos habíamos dado cuenta– otra película ambientada en Nara: la preciosa película de marionetas
The Book of the Dead de Kihachiro Kawamoto, de 2005. En la cual, por cierto, se menciona al monje Dokyo (antes Yodo, o Gyodo), por lo que su acción sería simultánea a la de esta película.
Como muy bien indica
Fingolfin, muchos aspectos de la película son altamente infieles a lo que nos dice la Historia sobre las actividades de Dokyo durante su relación con la emperatriz Kôken (llamada Shotoku desde 764 tras unos años de retiro temporal como monja, ya bajo la influencia de Dokyo). Sobre todo, se evita entrar –es decir, se ignora por completo– la intentona de Dokyo de convertirse, vía oráculos (posiblemente alterados), en heredero de la corona. Y si, como dice Fingo con libros de apoyo, realmente Dokyo doblaba en edad al personaje que vemos en pantalla, y además promovió la reconducción del gasto público en beneficio de la Iglesia, pues entonces tenemos en suma aquí... a un Dokyo completamente ficticio
A esto se añade, además, que en la película da la impresión de que todo ocurra en el espacio de un año o poco más, siendo así que las crónicas dicen que Dokyo comenzó sus actividades (más de taumaturgo que de
traumatólogo, creo
) en la corte en 752, si bien su ascenso (a partir de la cura de la emperatriz) comenzó en 761, hasta 770, fecha de la muerte de Shotoku/Koken y consiguiente destierro del monje: ¡casi veinte años!
Yo ayer volví a ver la peli y me volvió a gustar, a pesar de todas estas infidelidades históricas; esta vez la vi con el recuerdo del juicio negativo de
MieMie –no recordaba el de Fingolfin–. A lo mejor es una cuestión de expectativas. Es cierto que su ritmo es lento, pero ¿tendría que ser diferente? La primera parte es más «animada» que la segunda, pero a lo mejor eso forma parte de la historia que quiere contar Kinugasa, ¿no? Pero bueno, ni MieMie ni Fingo ya se dejan ver por aquí o sea que tampoco les puedo preguntar nada. En cuanto al Dokyo «idealizado», yo lo dejaría en completamente...
diferente, y lo que hay que preguntarse es qué quiere contarnos Kinugasa al margen de ofrecernos un documento perfectamente a-histórico
Lo que nos cuenta es, ante todo, la historia de un sistema de gobierno completamente corrupto, en el que ya en pleno Nara –de hecho, podemos remontarnos a Asuka, con el gobierno en la sombra de los Sogo– los emperadores y emperatrices eran títeres al servicio de ciertas familias pudientes: en Nara fueron los Fujiwara, que siguieron dominando hasta la mitad de Heian. En la película los subtítulos no dan indicaciones al respecto, pero repartos oficiales en japonés (de jmdb, moviewalker, etc.) indican que los personajes de Tomisaburo Wakayama –primer ministro– y Eitaro Ozawa –el mandamás del consejo de la corte– son miembros de la familia Fujiwara (Fujiwara no Yoshikatsu y F. no Kiyokawa respectivamente). Detalle interesante
Frente a ese sistema de gobierno corrupto, cuyo símbolo es la misma enfermedad de la emperatriz, Kinugasa hace aparecer a un monje que ha alcanzado la suma virtud y con ello la capacidad de realizar magia verdadera (resucita muertos, da y quita la vida como le apetece); él se sabe llamado a mejorar la vida de los japoneses y casualmente es llamado a la corte para curar a la reina, con lo cual tiene la opción de curar al país. Pero las tentaciones, y sobre todo el amor de la emperatriz, van poco a poco minando su Virtud hasta dejarle incapacitado para realizar aquel «destino» al que estaba llamado. Y eso hasta (spoiler) que ella muere y a él lo matan (en realidad, nadie lo mató: le exiliaron: pero recordemos que tampoco aparece su intentona de autonombrarse emperador...). Ése es el drama: un gran monje tuvo la oportunidad de cambiar el curso de la historia política de Japón y poner la verdadera Virtud en el poder en beneficio de los débiles, pero la podredumbre de la Corte y la propia naturaleza mundana del personaje destruyeron aquella mayúscula Posibilidad. En la peli, hacia el final, se muestra a los jóvenes funcionarios dispuestos a llevar a cabo la promesa de Dokyo: esperanza. De nuevo, la película no es la historia real: exilio de Dokyo, regreso a la normalidad y la decisión para siempre jamás de que jamás Japón volviese a tener una mujer Emperatriz. Pero el director quiere dejar ese lugarcito a la esperanza en los jóvenes y sus reformas.
En suma, Kinugasa tomó la historia de Dokyo como pretexto para contar lo que habría podido ser, no lo que fue. Hay que abstraerse un poco de lo que uno sabe sobre (o ignorar) la historia real
Kinugasa, por lo demás, es el director de Kurutta ippeji y Gate of Hell por ejemplo. Venía del mudo, pero visualmente aquí lo tenemos inmerso de pleno en los sesenta. Me encantó volver a ver esos ángulos y ese gusto por recorrer la arquitectura y por esos planos tomados entre velos y, sobre todo,entre o a través de verjas variopintas (muy simbólicas, y junto a la música responsables del ambiente altamente opresivo). No es que sea una peli inmejorable, quizá le falta un no sé qué, pero me sigue pareciendo muy buena y bastante fascinante
Ah: en el reparto que tenemos hay una Miyako Endo que sólo me sale en Imdb y que, a fiarse del enlace que tienen allá, nació en 1965, dos años después de participar en esta película
Realmente las actrices principales son: Yukiko Fuji como la emperatriz (nunca se dice su nombre), Mieko Kondo como la sirvienta principal de la empe y Masayo Banri (la inolvidable Tane de Zatoichi) como la amante del primer ministro Fujiwara (Wakayama).