jidaigekipedia.comDirigida por Kaneto ShindoNo soy un gran conocedor del cine de Kaneto Shindo, pero siempre había oído maravillas de Onibaba. El guión se inspira en una fábula budista llamada Bride-Scaring Mask, y el resultado se ha convertido en un objeto de culto para los aficionados y críticos. La mejor forma de disfrutar de esta cinta es haciéndose con la edición de Masters of Cinema (mi recomendación) o la de Criterion.
Sinopsis: una mujer mayor (Jitsuko Yoshimura) y su nuera (Nobuko Otowa) sobreviven matando y robando a los soldados que escapan de la batalla malheridos y moribundos. Ganando lo justo para comer, esperan el regreso de Kichi, el hijo y esposo al que convocaron a luchar. El vínculo entre ambas se rompe cuando Hachi (Kei Sato), un vecino que había partido con Kichi, regresa solo e informa de su muerte. En ese momento nace un deseo sexual en la joven que provoca una malsana inseguridad en su suegra.
El contexto histórico se sitúa a principios del Periodo Nanboku-cho, cuando la corte del Norte y la corte del Sur, encabezadas respectivamente por el Shogun Takauji Ashikaga y el Emperador Go-Daigo, se disputaban el control de Japón. Fue una época turbulenta, y a pesar de las palabras de Ushi sobre el fin de las batallas, estas no habían hecho más que comenzar. Al igual que durante el Sengoku, el grueso de los ejércitos estaba formado por campesinos, que abandonaban sus cosechas acudiendo a la llamada de sus señores, dejando atrás campos desatendidos y mujeres desamparadas.
La moralidad de los persanajes es nula. Los protagonistas hablan de matar y trabajar como si fueran sinónimos, haciendo gala de una total carencia de sentimientos. El frenesí sexual entre la nuera y Hachi despierta en la suegra el temor a ser abandonada. Su rechazo a la relación carnal de los jóvenes la convierte en una persona egoísta y detestable, que intenta utilizar el infierno y el castigo de los Dioses como argumento disuasorio contra su nuera.
La fotografía es sencillamente impresionante. Hay cientos de hermosos fotogramas en los que el pasto donde tiene lugar la trama lo abarca todo, asfixiándonos en un mundo cuya única escapatoria está en el agujero. Esa oscura cicatriz en la tierra es un altar a lo desconocido. En sus profundidades yacen presas humanas desposeídas, y en su negrura se conocen demonio y mujer, gestando el nacimiento de Onibaba.
La banda sonora es un personaje más del reparto, con ritmos de tambores y jazz que transforman la escena tan pronto se escuchan. Es entonces cuando el espectador eleva su estado de alerta y presta más atención lo que sucede en ese macabro mundo en blanco y negro que Kaneto Shindo ha creado para nosotros. Nos contagiamos de los propios protagonistas, que siempre encuentran un hueco entre los pastos, una puerta entreabierta, o un agujero en la paja de la cabaña, que les permite asomarse a observar. Durante toda la película es una constante el deseo de ver y evitar ser visto.
El desenlace llega veloz e inesperado como una tormenta repentina. Cierra de forma espléndida un trabajo prácticamente perfecto traducido en 100 minutos de metraje. Una obra maestra de Kaneto Shindo y una de las mejores películas japonesas de la historia.