Añadidos subtítulos. Mejorables pero aceptables.
La película. Pues no esperaba mucho de ella, y eso es lo que me he llevado. Pensaba "¿qué estará haciendo Wong Jing?" y la respuesta es "lo mismo de siempre", es decir, lo que hacen los demás. Wong Jing nunca quiso ser especialmente original, sino simplemente comercial. A partir de ahí, todo vale (como en su humor). Si alguna película ha tenido algo de éxito, no os preocupeis, en nada saldrá algo parecido y lo firmará él. Y si le funciona, pues contad con una segunda parte. Y si esta va, pues siete más, qué importa. También es verdad que sabe filmar (con la cantidad de películas que ha filmado y habrá visto...) y, generalmente, sus productos se dejan ver, y alguna que otra vez, se dejan más que ver. Pero bueno, tampoco es el caso.
Uno lee el reparto y se le salen los ojos: ¡Chow Yun-Fat, Francis Ng y Sammo Hung! Con eso cualquiera haría una buena película... hace diez años. Ahora bueno, sí, a ratos. Y seguramente no es culpa de ninguno de los tres (a veces, entre efecto especial y efecto especial, entre música estilo El padrino y planos a cámara lenta, piensas "algo quedó"). Todo lo que ocurre en el cine hongkonés es por culpa del tiempo que les ha tocado vivir. Seguramente. Pensamos en todo lo que ganarían si se les rompieran los ordenadores, si no les llegara el dinero más que para películas de noventa minutos y si se estuvieran quietos en casita, sin irse de bolos por China, con los tropecientos secundarios y los dos o tres coprotagonistas de turno, pero todo se queda en un pensamiento, porque ordenadores, dos horas mínimo y chinos, los hay. Y tanto.
Esta es la típica película de ascensión y caída, mezclada con japoneses invasores, Shanghai belle epoque, espias y demás (seguro que ya os va sonando y no de muy lejos). Tiene alguna escena de acción conseguida, y para ello te tienes que tragar no pocas cosas. Da para un domingo por la tarde, eso sí. No esperéis más de ella, que para eso fue concebida y se hizo, aunque parezca que no...