Pues la verdad es que no sé como ha podido pasársenos esta película. Menos mal que estaba revisando la retrospectiva de Anthony Wong.
El caso es que, volviendo un poco atrás en el tiempo, recordaremos que Daniel Lee nos ofreció uno de los wuxias postmodernos más interesantes de los últimos años (The warlords), y ya solo su vuelta al género (independientemente de que sea uno de los mejores y más desconocidos directores hongkoneses) era para llamar la atención. Y de nuevo, efectivamente, Daniel Lee ha ido más allá, ofreciendo uno de esos wuxias que se disfrutan.
¿Su combinación? Pues fundamentalmente devolverle al género la épica, el heroismo. Escribía un poco sobre ello a propósito de Red Cliff, de John Woo: en los nuevos wuxias faltaba algo omnipresente en los viejos... es decir, el héroe. Luchadores sobrenaturales, con una fuerza imparable, capaces de destruir ejércitos (pero a la vez, por supuesto, vulnerables). Y ahí está White vengeance, que reconstruye un suceso histórico, en el que está en disputa el trono del emperador Chu, que viene a sustuir al emperador Qin, tras años de opresión (claro). En ello están dos ejércitos, al principio unidos, pero luego separados por la ambición. Uno que entiende que la paz debe servir y combatir a la guerra, otro que entiende que la guerra se combate con más guerra. Junto a ellos, dos estrategas extraordinarios.
El resultado son espectaculares batallas (con coreografías más que notables), interpretaciones de altura, unos escenarios fascinantes (el propio Daniel Lee se ocupa de la escenografía) y qué se yo. Detengámonos un poco en la escenografía. Cuando la veáis seguro que os choca una cosa: la combinación de elementos chinos con... japoneses. El resultado es extraordinario, de una riqueza notable.
En fin, una película que mantiene bastante bien la tensión (aunque le sobran minutos a esas más de dos horas), pero que hará disfrutar a los aficionados del género y no poco.
De nuevo, ya hay subtítulos en castellano, de modo que la distribuyo y a disfrutarla.