Carlos Loureda, en la crítica que ha puesto Spin, lo señala perfectamente: Nuri Bilge Ceylan ha hecho una película totalmente chejoviana. Igual es algo que puede pasar desapercibido (claro, si no se ha leído a Chéjov), pero quienes amamos profundamente y desde hace tanto la literatura de este hombre, bueno, es fácil reconocer todo el aliento ruso que la atraviesa. A Chéjov, a esas reflexiones sobre el alma humana, a esas conversaciones en las que todo es sugerido, todo debe ir sintiéndose, el director turco le añade tiempo. Mucho tiempo. Tiempo que se toma, para filmar de una manera maravillosa todo lo que rodea las miserias de estos hombres que vagan por esa Anatolia, que a base de tanto buscar y buscar acaban encontrándose a ellos mismos. Una hermosa, muy hermosa película, que sigue manteniendo a Ceylan donde debe estar: entre los grandes.