Ayer en el periódico "La Razón" venía una pequeña reseña de esta película, os la detallo a continuación:
20 Abril 12 - - Carmen L. LOBO (Periódico La Razón)
Con cuánta sensibilidad y paletadas de honesta sencillez disecciona de nuevo el director Hirokazu Kore-eda («Nadie sabe», «Caminando») la identidad, la esencia última de una familia. Que esta vez acaba de romperse. Hay dolor, pero no rabia, hay gestos nostálgicos y llanto, no mucho tampoco, pero no rencor. Una pareja, él músico bohemio e independiente, ella cajera de supermercado por las nuevas circunstancias, decide, tras la ruptura, que los dos hijos que tienen en común vivan también separados (la madre, con el mayor, que sobrelleva mal el divorcio; él, con el pequeño, más despreocupado, más crío e inmaduro y por ende, más feliz). El tiempo pasa lentamente: la joven trabaja, cuece el arroz y las habas para la cena, una noche decide salir con unos amigos y cantar en un karaoke. Bebe un poquito, compra una baratija y, de pronto, se emociona.
Parece que no pasa nada, sólo los días, quizá como en una película de Ozu, aunque en el trasfondo sigue latiendo esa ligera pero persistente melancolía que recuerda a las grisáceas cenizas de un volcán que de manera inmisericorde, caeN sobre la ciudad salpicándolo todo y, paradójicamente, una optimista alegría. El ex ensaya con el grupo, ofrece conciertos, duerme hasta bastante tarde, edita un disco en una compañía cutre, se deja mimar por el hijo. Hasta que su hermano, cansado de esperar, decide emprender un viaje para verlo y, de paso, pedirle a un tren de alta velocidad el milagro: que los cuatro vuelvan a estar juntos. Paralelamente a la historia principal, salpicada, como la mayor parte del filme, de toques humorísticos dulces y cálidos como los besos de los niños, el espectador descubrirá otras igual de humanas; así, la del abuelo confitero, impenitente fumador convertido en encubridor del nieto; la de una adolescente que sueña con convertirse en actriz mientras su desapegada madre pone copas a unos cuantos borrachos en el bar que regenta y le repite que jamás llegará lejos. Igual que ella misma. O la de ese matrimonio que descubre de repente en los ojos de una tierna muchachita la mirada de la hija ausente. «Road movie» atestada de comprensión y esperanza, el filme quiere a cuantos personajes lo habitan y también, a los objetos y detalles que los rodean. Nuestros pequeños, conmovedores universos. Cierto, qué grande es el cine cuando está cocinado con el mismo amor que aquellos pastelitos blancos que tanto añora todavía el anciano.