En Fort graveyard Kihachi Okamoto vuelve a la guerra, un tema que había ya tratado en sus primeras películas. Y, curiosamente, vuelve un poco al tema de una de ellas, Desperate outpost, con la que tiene no pocos puntos en común, desde actores (Makoto Satô, tremendo en ambas, y Toshiro Mifune, aquí con el papel principal) hasta en cierto modo el argumento (un extraño personaje que aparece en escena haciendo preguntas y acaba perdido en un sitio nada recomendable, rodeado de chinos y condenado, sin duda, a la muerte), pasando por un buen puñado de detalles (las prostituta, por ejemplo).
Dicho lo cual, Fort graveyard, con más presupuesto, seguramente, es todo un espectáculo. Okamoto, maestro coctelero, esta nos sirve un combinado de musical (los protagonistas, son, en cierto modo, una banda de música del ejército japonés), cine bélico (la guerra en Manchuria) y comedia (y también drama, claro), que nos deja pegados a la pantalla durante toda su duración, porque siempre avanza, siempre hay algo nuevo, algo que esperar.
¿El argumento? Toshiro Mifune es un oficial que llega a un destacamento militar japonés buscando a otro oficial, pero sólo asiste a su ejecución por traición. Nakadai, el oficial al mando, se lleva un puñetazo en los morros, y Mifune acaba en la cárcel. Pero saldrá de ella con una misión tirando a suicida: tomar una fortaleza china. Y para ello sus efectivos serán una banda de música que no ha tocado un arma en su vida, un pacifista, un enterrador y un cocinero de sangre caliente, liberados ellos tres también de la prisión para la ocasión. El resto es puro cine, pura emoción.
Y por si fuera poco, ya tenéis la traducción impecable que Fingolfin ha hecho de ella. No os la perdáis
. Y el "proyecto Kihachi Okamoto" sigue
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