Creo que es importante notar además que Pasolini dijo eso en el 68, es decir, en un mundo con otras coordenadas sociales. Los trabajadores de ese mundo eran personas explotadas y con pocos recursos, económicos, pero todavía conservaban la dignidad del trabajo, aunque sea mal pago, y la utopía de que sus hijos pudieran lograr algo mejor que ellos.
Hoy es difícil hablar de hijos de trabajadores siquiera. En mi país al menos la fuerza policial se nutre de los hijos de generaciones y generaciones de desocupados, que han tenido que hacer lo que sea para poder sobrevivir, generalmente al margen de la ley, ya que ese es el único espacio social que pueden ocupar hoy las personas que han sido históricamente desplazadas. De ahí la "paradoja" actual de que las instituciones que deben cuidar el bien público, la policía, por ejemplo, están formadas por personas que han crecido ejerciendo el delito, o bien se han formado a través de los principios y valores propios de un ambiente delictivo. Y si me referí a tener una visión focaultiana del asunto es porque, para mí, esto no es fruto de la casualidad, sino de la propia lógica de organización de las sociedades contemporáneas. Para poder sostener las extensas redes de corrupción que reinan hoy en nuestras sociedades, los gobiernos invisibles que las atraviesan, es necesario poder contar con una fuerza policial también corrupta, o al menos susceptible de ser corrompida. La visión del "bien y el mal" es, para mí, insisto, una visión ingenua. No puede haber policías "buenos" en una institución organizada en función de la corrupción y el sostenimiento de la lógica de la criminalización de los desprotegidos. Una persona con valores éticos en función de la vida no se quedaría ni diez minutos en la fuerza policial. Todo policía es, o bien artífice/cómplice directo del accionar de su fuerza, o bien —si su rango aún no lo involucra directamente en asuntos gordos— una persona dispuesta a mirar para otro lado.