Aquí os dejo esta joya de Hiroshi Shimizu, universalmente conocida y apreciada, prueba de lo cual es que no he encontrado ni una sola crítica profesional en toda la red
Y no es que la película merezca semejante oscuridad, sino todo lo contrario. No es la película más brillante de Shimizu (aunque estilísticamente no tiene nada que envidiar a ninguna de sus obras más conocidas: no faltan los típicos travellings laterales en interiores (ni en exteriores, verbigracia la sublime apertura en el bosque), ni esos planos que de tan generales parecen difuminados, ni esa precisión tan sutil en la distribución de los personajes en los planos), y no lo es por sus limitaciones argumentales, no tanto de contenido como de constricción estructural.
Aunque precisamente, es ahi, en el propio argumento, donde reside tal vez el mayor misterio y el aspecto más corrosivo de esta obra. En resumen, la protagonista, una marginal como es habitual en la obra de Shimizu, se guía por su propio sentido moral aunque eso le acarree la incomprensión y la animadversión tanto de la sociedad general como de aquellos a quienes quiere beneficiar con sus actos. Esa perseverancia en la moral individual aún a costa del enfrentamiento y el aislamiento del grupo no parece seguramente el tema más políticamente adecuado en el momento histórico en que se desarrolla Utajo Obegaki, con un país sumido en plena expansión bélica, como tampoco lo es presentar al grupo social (magistral la escena en que la protagonista acompaña a su ahijado a la escuela ante la hostilidad de los demás niños, en quienes sus padres han instilado los perjuicios, y a los que se nos muestra de manera incompleta, como espaldas, brazos y piernas de esa hidra que es la opinión popular) como falsamente moralista, clasista y maledicente.
En los pocos comentarios que he podido leer acerca de esta película se incide en la semejanza de esta obra con la de Mizoguchi. Superficialmente puede parecerlo, pero Mizoguchi no era un moralista, sino un esteta, y Shimizu no es ninguna de esas dos cosas: es un hombre práctico. Es cierto que la mujer doliente es muy Mizoguchiana, pero aquí el sufrimiento no lo acarrea el pertenecer al género femenino, sino al género humano.
En fin, que la disfrutéis.
PD: Mis excusas por la cutrez de poster. No he podido encontrar ninguna imagen del tamaño adecuado.