Vista por fin, y qué decir, no me esperaba menos de Nakamura. Aunque de estructura más clásica que algunas de sus películas más alabadas (con sus deliciosos puzzles argumentales), la factura impecable y la delicadeza y dedicación con las que sabe dotar un filme hace de esta otra de sus perlas.
La premisa de entrada es original: un samurai viajero en el tiempo que se hace pastelero ¿y cómo se llega a eso? Pero la cosa no se limita aquí, ya que no se conforma con presentarnos una comedia ligera de viajes en el tiempo, sino que intenta ir un poco más allá. Los valores tradicionales y los actuales, con sus diferencias -y coincidencias-, el deber, la gratitud y por qué no, el amor, son temas sobre los que reflexiona la película y hace que nos planteemos -desde la cierta objetividad que nos da premisa- cómo es la sociedad moderna en la que vivimos.
A pesar de lo que pueda parecer la película no llega a hacerse demasiado edulcorada, habiendo sabido Nakamura a medirse al respeto (como buen pastelero del cine que es
) y nos deja con ese buen sabor de boca al que nos tiene acostumbrados. Por mi parte se lleva un imprescindible bien merecido.
Como detalle, algo que me ha gustado es que hayan puesto tomas falsas y escenas eliminadas en los créditos, algo que se ha ido perdiendo con los años (sin contar a Jackie Chan y alguna que otra peli infantil), y que al fin y al cabo es un pequeño caramelito de recompensa para el espectador.
Ah, y por cierto, Rie Tomosaka me ha enamorado en esta peli, por lo que un bravo para ella también