Yo quizá vaya un poco a contracorriente con la obra de Nakashima, ya que
Kamikaze girls me resultó insoportable,
Memories of Matsuko sólo me resultó interesante, y
Paco me hizo gracia, pero todavía no había acabado de conectar con él, ni con su paleta de colores desbordada, ni con su estética pop, sus personajes caricaturescos y exagerados o sus situaciones surrealistas. Hasta ayer, quiero decir, porque
Confessions me ha parecido, y lo digo sin complejos, la mejor película que he visto del año pasado. Simple y llanamente.
¿Exceso de violencia? En ningún momento la violencia es gratuita sino parte integral del tema que la película desarrolla. ¿Abuso de la cámara lenta y las técnicas del video clip? Nunca una acción ralentizada me pareció tan cargada de fuerza y expresividad narrativa, tan coherente con las palabras narradas de fondo, tan impactante. ¿Un principio demasiado demoledor para que el ritmo de la película pueda seguir a la misma altura? Más bien unos veinte primeros minutos que son tan extraordinariamente buenos que el resto es, simplemente, excelente, ¡como si eso fuera poco! ¿Un final excesivo y reiterativo? Yo lo definiría como un final lógico, dramático, escalofriante y, sí, por qué no, grandilocuente, porque después del derroche de talento que ha mostrado la película hasta ese momento, no podía clausurarse de forma más contenida. Todo brilla como algo lustrado y nuevo en
Confessions, desde los intérpretes, donde ni uno solo desmerece del resto, y donde todos son, en sus respectivos papeles, impecables, hasta la música, integrada de forma sutil pero poderosa.
Creo que con lo que he dicho basta. Me ha impresionado y no me extraña que esté dejando bocas abiertas a su paso. Compararla con
Oldboy y especialmente con
Battle Royale me parece un tanto desacertado, ya que
Confessions busca otros medios para llegar a su destino, sin olvidar que, pese al espectáculo visual y sonoro, pese a la magia del envoltorio, lo importante es contar una historia de forma cabal, compleja y coherente. No hay aquí rebajas de carnicería sino poesía de la violencia, si se me permite la expresión. Y no, no es una película perfecta, pero su osadía y su descaro, su arriesgada apuesta por buscar un lenguaje y una forma diferentes consiguen sin duda asombrarnos y hacer que nos preguntemos por qué no se hacen las cosas así más a menudo en vez de seguir caminos tan fáciles y trillados.
¡Qué buena cosecha la del 2010! Por eso, entre tantos buenos títulos como ha habido en nuestra querida Asia este pasado año,
Confessions tiene aún más mérito porque, en mi opinión, destaca con luz propia. Una obra maestra. ¡Y a quién le importan los Oscar!