Un pelín off-topic:
Yo prefiero no entender nada, quiero dejarme llevar, ver una película y que fluya ante mis ojos. No es desentendimiento, es magia, es ver imágenes una tras otra.
Precisamente el cine que a mi me apasiona es el que no entiendo nada y solo siento, y ese sentir me transforma la película en cuestión en algo propio y que solo me pertenece a mi, ignorando cualquier interpretación intelectual que pueda pensar que me quisiera transmitir el director con su obra.
Yo creo que no hay una contraposición entre ambas cosas. Me parece que esa contraposición surge de una falsa antinomia, que es
sentir vs. pensar. El cine es cultura, y la cultura es simbolización. Esto no es una elección para nosotros, es nuestra "naturaleza". Los seres humanos surgimos en la encrucijada entre cultura y naturaleza. Siempre estamos "pensando" el mundo, aún cuando no asociemos ese proceso de simbolización interno al pensamiento y la reflexión. Cine y reflexión proceden de la misma fuente. Es imposible no reflexionar viendo una película, porque los seres humanos reflexionamos todo el tiempo, es decir, lo que pase frente a nuestros sentido adquirirá siempre una representación interna porque vivimos en un mundo de simbolizaciones, que convierte toda experiencia sensorial en experiencia de subjetivación. Para una vaca, un árbol es algo que está allí. Puede echarse a su sombra, o rascarse en su corteza, pero no lo nombra ni lo piensa. Para nosotros, el árbol que vemos es todos los árboles, porque le ponemos nombre y lo simbolizamos, trascendemos el contacto con la "naturaleza" del árbol, lo subjetivamos.
El problema, a mi entender, es que vivimos en una cultura dualista, que contrapone estos aspectos (sentir-pensar) en lugar de integrarlos. La nuestra es una cultura marcadamente racionalista, en donde los valores de la emoción y los sentimientos no reciben una educación: somos educados para ser racionales. Por eso, en nuestra cultura, una persona "inteligente" será aquella capaz de hilvanar complejas redes conceptuales, y no aquella capaz de ser feliz. Pero es importante darse cuenta de que esto no es una fatalidad, que somos educados así, para funcionar en forma escindida en lugar de integrada. La emoción y los sentimientos no tiene porqué estar separadas del pensamiento simbólico, de la reflexión. De hecho, ese tipo de reflexión es la más rica, porque al nutrirse de lo subjetivo aporta valores muchos más singulares que el puro racionalismo, que tiende a repetirse dentro de su propia lógica porque no encuentra fuentes originales de las que nutrirse.
Dicho esto, yo soy de los que "no piensan" una película cuando la ven por primera vez, es decir, no la
racionalizo, me dejo llevar. Lo hago así porque así es como le saco más disfrute, como más me sensibiliza y emociona. Pero esa experiencia emocional desata en mí después un intenso proceso de simbolización, de reflexión: la película me despierta ideas, y esas ideas me llevan a informarme, a leer sobre ella, a comparar mis propias sensaciones con las de otros, a hacer síntesis, tal vez a escribir, en definitiva, a expresarme.
Lo que nos hace ruido a los que podemos abandonarnos a la imágenes, a los que disfrutamos de lo contemplativo, no son las ideas, el pensamiento y las reflexiones, sino el racionalismo, que es una tendencia a reemplazar (no integrar) con argumentos intelectuales todo lo que pertenece al campo emocional.