Soy bastante escéptico y cauteloso con el cine malasio porque me ha dado más sinsabores que placeres, pero por eso mismo cuando, de vez en cuando, aparece una joya entre la bruma, se agradece doblemente. Y este ha sido uno de esos casos. Había visto y disfrutado de
The elephant and the sea, pero esta película me ha transportado mucho más lejos que la anterior; se repiten elementos, sí, pero en esta ocasión están mucho mejor integrados a mi parecer, y todas las historias, minúsculas, silenciosas, cotidianas, se engarzan de forma tan sutil y natural que, cuando acaba, la película se ha vivido, no se ha visto, como aquello que nos cuenta un amigo un día cualquiera y que, sin haber experimentado por nosotros mismos, nos hace sentir testigos y partícipes; hemos estado allí, hemos visto a esas personas, hemos comprendido y sentido como ellos.
¡Qué más se le puede pedir a una hora y media de cine!
Probablemente, la mejor película del sudeste asiático del año 2009.