Volvemos a Malasia. Y volvemos, en mi opinión, con una de las mejores películas que ha dado el sudeste asiático en los últimos tiempos. Y volvemos con Woo Ming Jin.
Woo Ming Jin es un viejo conocido. Conocemos sus cortometrajes y también sus escasas películas, e incluso que anda metido entre esos cineastas amigos de compartirlo todo que son la nueva ola o los nuevos cineastas malasios (no en vano es uno de los fundadores de Da Huang). De él disfrutamos The elephant and the sea, y lo cierto es que esta película tiene mucho de aquella. Las maneras, los modos, incluso los lugares. Y también algún actor claro, actores que van y vienen por el cine de esta gente, ya familiar. Bajo un título tan extraño (que se podría traducir por Mujer en llamas busca agua), se esconde no precisamente una película de contenido erótico, ni tan siquiera pasional (o descarnadamente pasional), sino una película que nos lleva, que lentamente se va deslizando, tímidamente, casi sin ruido, hasta que llegamos al final y ya está todo. Historias de amor y sus circunstancias (aunque igual sería un poco excesivo llamarles historias de amor), la de un padre que vive con el arrepentimiento de no haberse casado con la mujer que quería, la de un hijo enamorado de una muchacha que no acaba de tenerlo muy claro y que de repente se ve metido en una curiosa farsa, en fín, poca cosa... Pero Woo Ming Jin, perdido en un pueblo de pescadores, se deja llevar por los días y las noches, y simplemente va dejando pasar los días, es decir, los minutos, y logra que, bajo una extraordinaria fotografía y unos actores magníficos, se produzca esa comunión tan difícil de lograr, en la que finalmente todo está en su sitio, y nosotros también, y nos da la sensación de haber contemplado, vivido, un film pequeño pero inolvidable. No es poco.