Puede contener spoilers
El cine de Hong Sang-soo siempre ha estado marcado por los desplazamientos. Físicos, anímicos, de punto de vista, temporales, geográficos. Una imposibilidad fundamental de estar en sincronía consigo mismos y con los demás definía a sus personajes. Y muy consecuentemente, ese desencajamiento repercutía en múltiples niveles, el más aparente de los cuales era el de la propia máquina de contar la historia, con sus desdoblamientos, sus rearranques, sus proliferaciones de puntos de vista... y sus zooms
En Hahaha esa asincronía fundamental se expresa de manera más sibilina y más carnal que nunca, tanto que incluso uno de los personajes tiene una especie de doble, que frecuenta los mismos lugares que él, a quien su madre le llama hijo, que viste sus prendas, que ocupa la que podía haber sido su vivienda, que expresa sus mismos pensamientos filosóficos y que, finalmente, acaba con la mujer que desea. Es como si la indefinición y la deriva existencial hubieran metastatizado en lo más profundo de la propia obra cinematográfica, distorsionándola ya desde su misma raiz.
Pero a la vez, y esto es novedad, el amigo del personaje anterior (que a la vez es amigo de su doble) no sufre de esa falta de sincronía. Ama a una mujer, es correspondido, y aunque su camino hacia el amor no está exento de dudas ni de obstáculos, su trayectoria es recta y alcanza un objetivo.
La manera en que Hong Sang-soo nos cuenta la historia es adecuadamente alambicada. Hahaha es un largo flashback intercalado de conversaciones en un presente congelado fotográficamente, con abundantes intrusiones de voz en off, un sueño, y hasta pequeños acertijos. En ese totum revolutum hay una línea recta que se pierde en el infinito doméstico de la felicidad, y un movimiento espiral que ni asciende ni desciende: sólo se mueve; ambas formas coexisten cordialmente en un sistema de excéntrica belleza.
Y está la comedia, más franca, directa y luminosa que nunca, con el personaje (la dueña del restaurante) más funcionalmente cómico de la filmografía de Hong Sang-soo. Personaje invocado, quizás, por ese paso hacia la armonía tan novedoso en el cine del coreano.
Hahaha es, desde el punto de vista de las coordenadas habituales del cine de Hong Sang-soo, un paso adelante, o aún mejor, un paso adelante y al lado. Un movimiento mayor para un pesimista confeso.