Bueno, intrigado por las arañas y demás bichos, finalmente la vi.
La historia... Min no disfruta de una vida demasiado intensa. Sus unicas diversiones parecen ser masturbarse, espiar a sus ruidosos vecinos folladores, hacer fotografías de sus partes más íntimas a las viandantes y ser humillado por su jefe en la oficina. Hasta que un día, su abuelo, especialista en curar con venenos, muere en un desafortunado accidente con su materia prima, lo cual permitirá a Min acceder a sus secretos mejor guardados y más excitantes...
Bajo esa premisa tenemos a un siempre eficaz Samuel Leung (un Sam Lee del género), en la categoría de humillado y ofendido, siempre sobreexcitado y rara vez satisfecho (bien, nunca, salvo en lo personal). En otros tiempos, hubiera podido ser un psicópata y violador sin escrúpulos, pero corre el año 2000 y es mejor recurrir a los venenos y dos de sus propiedades: la excitante (digamos que subidas repentinas de la temperatura corporal de las mujeres que deben ser aplacadas con lo que más cerca se tenga, es decir, él) y la práctica (crear una dependencia del antídoto que le permita vengarse de aquello de lo que no se puede vengar sexualmente: el sexo masculino y sus humillaciones). Así la película discurre plácidamente, entre el humor y el erotismo, hasta que poco a poco, de forma lenta pero segura, va deslizándose hacia mayores subidas de voltaje que nos retrotraen a otros tiempos, además de aportar un toque muy hongkonés en la figura del inspector de policía (con un giro... en fín, a descubrir).
En definitiva, una película muy entretenida, que cuenta con buenas interpretaciones y buenos cuerpos, claro: Sophie Ngan, que hace de secretaria (la de las arañas del cartel), y que cómo decía, es una de las últimas estrellas del género, que en un año llegó a rodar más de veinte películas... directas a vídeo, en su mayor parte, más Gwennie Tam (la de las serpientes), que hace de medio novia y que al más puro estilo Chingmy Yau se las apaña para sugerir casi todo sin enseñar casi nada.