Herman Yau hizo de todo y lo hizo bien. Es más, hizo de todo y lo hizo todo a la vez. Desde sus comienzos parecía estar predestinado a esas cosas futuras: tenía el aspecto y la mirada entre perdida e inquietante de un psicópata y además se ocupó de la fotografía de la primera película hongkonesa que se llevaría la calificación de Categoría III, Sentenced to hang, una calificación que él elevó a la categoría de género, y a la que entregó sus mejores años y sus proyectos más sublimes.
Podemos decir que en esa voracidad suya (en los años noventa dirigió veinticinco películas... alguna menos que en la siguiente década...) sólo llegó seguramente tarde a una cosa (intuimos): a la nueva ola hongkonesa, en la que se hubiera sentido a gusto realizando una de sus pasiones: el cine social. Porque después de todo, Herman Yau siempre fue un humanista... Un humanista que creía en el ser humano (y también en sus excesos) y como tal, con un cierto apego a denunciar las injusticas sociales, que en Hong Kong, como en cualquier sitio, existen. Así su cine siempre se movió entre lo social, el género (en especial el terror... mejor, los espíritus) y el cine más desatado y descarado, y en más de una vez lo juntó todo, siempre ayudado por sus amigos, porque Yau, siempre fue amigo de sus amigos y sus amigos de él...
El amigo Wong
Herman Yau se encuentra con Anthony Wong allá por el año 93 (cinematográficamente hablando). Juntos ruedan su particular Taxi driver bajo el descriptivo título de Taxi hunter, porque después de todo de eso se trata, de un hombre al que un taxista mata a la mujer embarazada y que siguiendo su destino debe matar a todos los taxistas de la ciudad. Así, un poco a lo tonto, los dos convierten una simple clasificiación moral (categoría III = mayores de 18 años) en todo un género: la suma de locura más crítica social más humor negro e incorrecto. El resultado es que nada volverá a ser igual. Tras Taxi hunter, la pareja seguirá firmemente el camino trazado y llegará The untold story, sobre un cocinero de bollitos rellenos de carne... humana, y The Ebola syndrome, obra máxima del género. Wong, desenfrenado como nunca, se convierte en el ángel exterminador que acabará con una sociedad que pretendía destruirle. Llegaron tan alto que tras eso sólo quedaba dejarse llevar y así lo estuvieron haciendo. La categoría III como género se agotaba (tras tres años intensos), y era hora de probar otras cosas (sin olvidar exprimir un poco más el tema). Wong y Yau se seguirían viendo, cómo no, e incluso Yau haría de actor en una película dirigida por Wong (New Tenant), pero la sombra de aquella trilogía de la bajeza humana era alargada, y nada fue igual, aunque lograran brillantes ejercicios del tipo Cop image (sobre un tipo que se cree un policía).
El amigo Loui
Tras aquellos convulsos años III, Yau se inicia en los misterios del cine espiritual, es decir, de espíritus. De nuevo, le aporta unos toques de humor, y el resultado es Troublesome night, que de película pasará a convertirse en una especie de franquicia, a base de unir varias historias del género, con varios directores (o no). Yau será habitual en la misma, su mayor sustento, y junto a él nos encontramos con Simon Loui, que se convertirá en otro de los frecuentes de su cine. El género en será uno de sus predilectos y en esta línea encontramos películas como Walk in (sobre ocupaciones de cuerpos, con Danny Lee) o su participación en otra longeva serie de películas, Nightmares in precint, en la septima entrega (y de nuevo con Loui).
Ambos géneros y ambos amigos apareceran de nuevo en los últimos años, en una especie de mirada entre retrospectiva y nostálgica, con resultados dispares (aunque dignos), fruto de que el cine hongkonés ya no está para locuras. Así, el cine de espíritus volvería este último año con una película como The first 7th night y la categoría III en Gong Tau.
El amigo Lee
Aunque sin llegar a los lazos profundos que le unen con aquellos otros (cuestión de géneros, seguramente), Danny Lee también se pasó por el cine de Yau, igual porque a través de su productora Magnum tenía una idea bastante cercana a la de Yau, es decir, género más humor (aunque en este caso más blanco que negro). Así, realizaron pocas obras pero sustanciales, películas como Walk in (interpretación memorable, quizás una de las mejores de su carrera) pero también The untold story, que le produjo, y en la que Lee se reinventa como policía, creando un personaje despreciable en su absoluta imbecilidad, hasta el punto de hacer humano al psicópata cocinero. Juntos también realizarán alguna comedia policiaca más, como Fearless match o Shark busters, y bueno, son unos momentos aparte en los que Yau ensaya el cine de acción, al que se ha dedicado también en múltiples ocasiones, con películas como Best of the best, City cop, Killing end o más recientemente Rebellion o Turning point.
El otro Herman
Y entre género y género y su desmesurada voracidad fílmica, a Yau aún le iba quedan tiempo para hacer otro cine, un cine social: From the Queen to the Chief Executive (sobre la pena de muerte) o Whispers and moans y True women for sale (sobre la prostitución), en la que da rienda suelta a preocupaciones que venían diluidas en parte de su extensa filmografía. Eso, junto a una línea de películas más personales (o no, porque ¿quién es realmente Herman Yau?), del tipo de Cocktail, o directamente comedias, como Herbal tea o Split second murders, nos devuelven seguramente al cineasta más variopinto y desprejuiciado del cine hongkonés, prolífico como el solo y que en los últimos años parece haber retomado el pulso y ser capaz en el desierto de ideas del cine actual de ofrecer algo más, la sensación de un poco de cariño (o convicción) puesta al servicio de la película, por muy pequeña y desprovista de todo que parezca.