Yo también la vi en Sitges y aproveché para revisarla ayer.
A ver, Park siempre me ha interesado -incluso en Soy un Cyborg-, aunque a veces acabe siendo excesivamente manierista -o quizá ahí reside parte de su gracia. La de Thirst creo que tiene dos puntos a su favor: 1)la capacidad de extraer todo ese tono grotesco de elementos totalmente costumbristas y propios -la familia, las creencias; la vida en general- sin caer en la vulgaridad ni en lo gratuito, si no es conscientemente; y 2)la facilidad con la que dibuja toda una serie de conflictos morales sin, de nuevo, necesidad de cargar las tintas.
A mí, qué queréis que os diga, me fascina todo ese campamento de enfermos y beatos que aguarda cada una de las apariciones del padre Sang-Hyun, y, asimismo, la manera en que Park lo describe con una malísima leche; o, bueno, la facilidad con la que la hipocresía moral del padre y mentor espiritual de Sang-Hyun es capaz de cuestionar su devoción cuando éste recela de darle a beber siquiera una gota de su sangre para que el viejo cura recupere la vista. No sé, creo que a Park a veces se le juzga rápido por la brutalidad de muchos de sus planteamientos y soluciones narrativas. Pero creo que eso, que tampoco es un inconveniente, tapa parcialmente el bosque y oculta muchas de sus virtudes: amalgamar en un mismo relato una historia de dependencia vampírica que enmascara, por su parte, un relato sobre la falta de independencia individual (como le sucede a Tae-Joo). Y vincular esa falta, ese déficit a una sociedad de bienestar y bondad -al menos, en los estratos religiosos- cuyas flaquezas y miserias son casi tan letales como la singularidad de Sang-Hyun. Bueno, por no hablar del desenlace final, violento, cruel, patético y, sin embargo, lógico y consecuente.
En definitiva, una pequeña joya que, personalmente, sitúo un peldaño por debajo de Simpathy for Lady Vengeance, hasta la fecha, mi peli favorita de Park.