Pues nada, empiezo mi recorrido por lo poco que se puede ver de la filmografía de Yoshitaro Nomura.
En su libro El cine japonés, Tadeo Sato trata un poco de algunas claves para entender un poco lo que estaba ocurriendo en aquellos años en la Shochiku. Desde sus estudios de Ofuna, a los que se había marchado antes de la guerra abandonando Tokyo, la Shochiku esta empeñada en un determinado tipo de películas, que representaba muy bien Ozu pero, sobretodo, Kinoshita (y más tarde Yamada). Digamos que películas sobre la vida cotidiana de las personas. Y, buena parte de las veces, con el personaje central de una mujer. La visión de "la vida cotidiana de las personas" era más bien amable, cabe entenderse, y el director de la Shochiku en aquella época, Shiro Kido, no estaba por la labor de aceptar otra cosa, mucho menos la realidad japonesa de aquellos años, seguramente no tan amable. Tanto es así que buena parte de la nueva ola japonesa viene precisamente de este hecho, de la rebelión de los jóvenes de la compañía (Oshima, Yoshida, Shinoda) frente a estas posiciones.
Entre todo esto, anda Yoshitaro Nomura, que realmente estaba haciendo comedias, antes y después de esta The chase. Y de hecho, todo esa política de estudio también le alcanza: la parte de la relación de la mujer con el asesino está en ese espíritu. De hecho, Nomura conservará esa querencia por el protagonismo de la mujer en próximas películas.
Y nada, puestos en ambiente, decir que efectivamente, este es un magnífico policiaco de situación. No hay mucho que investigar, todos sabemos lo que ocurre y lo que va a ocurrir seguramente, y entonces nos dedicamos, junto a esa pareja de policías, a esperar, a observar. Ellos a la mujer, nosotros a ellos y a la mujer. En el calor del verano, esa presencia constante, pegajosa, que lo hace todo diferente, que nos hace incluso disfrutar de la lluvia en la pantalla como si callera, finalmente, sobre nosotros. Nomura es puro dinamismo. Los acontecimientos se suceden sin descanso, aunque parezca que estemos eternamente esperando. Todo tiene que ser dicho y sentido, pero sin necesidad de alargarse. La película es de una fisicidad total, se puede tocar, sentir, y a eso contribuye también el hecho que Nomura nos reserve un puesto de mirones igualmente, casi siempre a la misma distancia de los protagonistas pero nunca dejándonos confundirnos con ellos, todo bajo una música muy noir que también juega, a ratos, con el jazz, y bajo un blanco y negro precioso.
En fin, una película imperdible. Un clásico.