Pues nada nuevo bajo el sol... o mejor, lo nuevo es lo viejo. Wong Jing sufre una especie de estravío mental y nos ofrece una película sobre algo más de una vez y de dos tratado por el cine hongkonés: cuando todos los policías eran corruptos, Hong Kong era una fiesta y se creo el ICAC para acabar con todo eso (notesé y sino ya os lo hará notar Wong Jing, que las iniciales son las mismas que las del título de la película... lo cual es una buena muestra de su humor sutil). La película intenta trazar un paralelismo con la situación tras la devolución a China, pero es cuestión de un minuto y un plano con dos banderas acompañado de un pequeño discurso fundacional. Acabado eso, pasa a lo que le interesa. ¿Y qué es lo que le interesa?
Pues trazar un poco la historia de aquellos años sin especiales profundidades y más centrada en un puñado de personajes, en los que cada actor, menos mal, hace lo que bien sabe: Anthony Wong de policía bestial y acabado, Tony Leung Ka-Fai de jefe de la policía corrupto y desquiciado (muy en la línea Island of greed), Wong Jing de payaso y Eason Chan de ingenuo. Luego está lo típico en Jing, de lo que rara vez escapa... Su mezcla de humor con drama, camino a veces lleno de tropezones y caídas, y bueno, al menos su habilidad para no ser cansino (habilidad que le falló en Bullet and brain jeje ). Y los momentos de intensidad y sorpresa, de esos que antes teniamos tantos y ahora bien pocos, se agradecen. No es una obra maestra, no es imprescindible, pero se deja ver, con todas sus imperfecciones y también unos cuantos aciertos.