Hermosa, descarnada nostalgia
M. TORREIRO
EL PAÍS - 26-11-2004
En una de sus películas no estrenadas en España, Days of being wild, Wong Kar-wai mostró por primera vez al personaje de Mr. Chow (Tony Leung), un seductor al que volvimos a ver en In the mood for love y con quien ahora, en un giro tan impensado como en el fondo apasionante, volvemos a encontrarnos en esta 2046. Personaje cambiante, pero en el fondo siempre el mismo, ya entonces se enamoraba de una misteriosa mujer, Su Li Zhen, a la que abandonaba sólo para descubrir que, a la postre, ella había sido el amor de su vida. En las tres películas, por otra parte, Chow se comporta como alguien escasamente dado al compromiso, haciendo explícita la metáfora que se proponía en Days... y que aquí reaparece: Chow se imagina a sí mismo como un pájaro sin patas, siempre volando hasta el día en que finalmente se pose en tierra, que será el momento de su muerte.
También allí había un personaje, Mimí / Lulu, que se proponía como un explícito homenaje a Puccini y La bohème -también en 2046 una referencia central-, no en vano el personaje era el de una cocotte metida en bajos fondos, con quien Chow mantenía un tormentoso romance. Todo esto vuelve a aparecer aquí, y otra vez más, aunque ahora no con los rasgos de Maggie Cheung -que es aquí, no obstante, una sombra fantasmagórica salida directamente, en tres breves momentos, de In the mood for love-, reaparece también Su Li Zhen (Gong Li)..., o dicho de otra manera, que 2046 es sólo, y tanto, una variable más sobre la eterna frustración del amor.
Pasión
Y, sin embargo, nunca terminamos de saciarnos de las historias que el director chino nos propone. Como si de una variación minimalista se tratara, volvemos una y otra vez a ese mítico territorio de todas las nostalgias de Wong, el Hong Kong de los sesenta, el brillante mundo de bellísimas mujeres, cabarets y lujo. Chow es así sólo la proyección imposible del director, el hombre mundano que esconde, tras su aparente gelidez, un alma volcánicamente atormentada, sea en los míticos sesenta como en el desconocido 2046 en que se ambienta parte de la peripecia de este filme: el fin último del amor, nos dice Kar-wai, es su consumación como pasión.
Hermosa como sólo Wong sabe hacerlo, 2046 es una experiencia extrema de captación de la belleza, un grito mudo y desesperado en pos de la felicidad perdida, la angustiosa puesta en imágenes de la impotencia del amante ante el objeto de su pasión. Y ante todo, es una inmensa, impresionante película: tal vez la más turbadora de este 2004.