No es desde luego una de una obra mayor de To, pero sin duda se deja querer... Esa especie de declaración de amor por Hong Kong y sus calles o sus edificios, tiene un encanto particular... Y es que To, además de otras muchas cosas, también sabe hacer películas encantadoras... Por otro lado, To cada vez más tiende al manierismo (que parece el punto final de todos los grandes directores hongkoneses... ver Wong Kar-wai o John Woo...). Es decir, algunas veces nos da la sensación de que está rodando algo en concreto por el gusto de rodarlo, más allá de su utilidad en función de la película... Pero ya nos va bien, porque este hombre realmente tiene un toque mágico para crear momentos únicos de cine... Y bueno, si hace unos años podía afirmar que To acababa sus películas con dobles finales, porque se le quedaban cortas, últimamente parece haber resuelto ese problema metiendo escenas que son verdaderas piezas de orfebrería en su puesta en escena... El final de Exiled, de Mad detective, de Triangle, de Sparrow,... Verdaderos deleites de este artesano singular e inspirado, que a base de no querer ser un autor ha acabado por ser uno de los pocos que pueden presumir sin sonrojarse ni lo más mínimo de esa etiqueta...