Hola, amigos.
Enlazo los subs.
Muy muy interesante película. Desde aquel InFocus de
Traducir a Imágenes me quedé enganchado del cine filipino y con una idea en la cabeza: hacer un
spin-off. No, en serio, me planteo arrancar desde aquella cronología de la historia filipina, la de Lino Brocka y la de
Manila in the... y ampliarla hasta hacer un esbozo de la apasionante historia de Filipinas a través de sus pelis (sí, un poco a remedo de las entregas japonesas de subete, oh visionario).
Y ésta (vayamos con la película) era perfecta para empezar: es un arriesgado y valioso ejercicio de creación de identidad nacional. Y como producción, es una hija natural de estos tiempos que corren: posiblemente, es gracias a las partes silentes en blanco y negro rodadas en 35 milímetros (gracias por el documento de referencia, aniki), que Raya Martin se puede permitir hacer una película, esta película.
(Algo de esto hablamos tú y yo, Danyyyy, referido a
The Room, de Sono... ésta también vale mucho más de lo que cuesta.)
Además de que
la imitación del mudo en blanco y negro es buena, esos intervalos sirven perfectamente para contar la historia sin pormenorizar los hechos; para incorporar un realismo no mágico, pero sí muy sugerente; para dar cabida a historia (la creación de los katipuneros) y mitología (la figura de Bernardo Carpio); para, en suma, crear identidad tanto con lo más lo prosaico como con lo bastante más onírico. Y para dar suficientes hilos de los que tirar si quieres saber más de lo que te están contando.
Es por supuesto "ese tipo de película". Pero a su modo es perfecta.
Tengo que atender a los fastos navideños de Asia-Team, pero en cuanto termine con eso, voy a ahondar en ese
spin-off de cine filipino, una visión creacionista que tal vez desemboque en ese magnífico artículo de
nuevas olas del sudeste asiático que tanto visito últimamente.
Me ha gustado el extraño uso de la religión como símbolo de la dominación (no que efectivamente fuera uno de sus mecanismos, que casi siempre lo es, sino cómo está tratada) y la interpretación de la sociedad segmentada por edades; esto es, no hay apenas ningún hombre adulto: los rebeldes, los vivos y los muertos son todos niños, jovenzuelos todo lo más. El resto, madres y abuelas. Esa ausencia nos está contando también la historia: el hombre filipino está muerto. Quedan su madre, su mujer y su hijo. La guerra era eso. Me parece muy destacable esa sensibilidad narrativa: no olvidemos que este retrato a retazos (más o menos oníricos, más o menos realistas y siempre muy telúricos) de la Filipinas de finales del s. XIX está rodado en 2006. Eso es parte de lo que hace que la mirada de Raya Martin sea tan interesante.
Ah, en cuanto a la ficha: obviamente, no es un documental.