Y una más. Os copio unas notas que aparecieron en la Filmoteca Nacional, por cortesía de chateaubriand, de Cine-Clásico.
«Hiroshi Shimizu nace en Shizuoka el 28 de marzo de 1903 y muere en Kyoto el 23 de junio de 1966. Abandona sus estudios en la Universidad de Hokkaido para trabajar en la Shochiku como ayudante de dirección. A los 21 años es ascendido a director y filma su primera película, Toge no Kanata. Se gana una reputación de director hábil, especialmente en comedias y melodramas. Se casa con la actriz Kinuyo Tanaka, divorciándose dos años después. Shimizu dirigió 140 películas para la Shochiku.
Tras la guerra funda el estudio Hachinosu Eiga junto con otros compañeros. Esto le permitió trabajar con independencia y rodar películas como "Los niños de la colmena", en la que empleaba a niños vagabundos que educaba él mismo. Dirigió también para la Shin Toho y la Daiei, que produjo su última película, Hana no Omokage ("Imagen de una madre", 1959). En total dirigió 163 películas.
Shimizu gozaba de gran reputación entre sus colegas. Ozu, su amigo, declaró "Yo no sé rodar como Shimizu", mientras que Mizoguchi decía "la gente como Ozu y yo hacemos películas con enorme trabajo, pero Shimizu es un genio". Shimizu aborrecía las limitaciones y prefería improvisar, emplear niños y escenarios naturales, tejiendo así historias líricas que sacaban todo el provecho de los paisajes japoneses. La obra de Shimizu es única, llena de ingenio y humor y con un encanto especial.
Al principio Hiroshi Shimizu hizo ganar mucho dinero a su productora con comedias y melodramas plagados de estrellas. Pero se cansó de las estrellas y empezó a contratar debutantes, o aficionados, o niños. Se negó a transformarlos en actores y no les enseñaba ningún rudimento teatral. Tampoco les explicaba la psicología de los personajes, les dejaba moverse tal y como eran, sin ningún artificio y les hacía recitar sus diálogos con una voz monocorde. Hiroshi Shimizu pensaba que lo esencial era conducir a cada uno a revelar lo mejor de sí mismo colocándolo en su ambiente natural. Todo su arte de puesta en escena consiste en recrear las condiciones de ese ambiente natural para propiciar una expresión auténtica. En el lugar del rodaje charlaba alegremente con sus amigos y con los periodistas que venían a verlo y a menudo delegaba en sus ayudantes la tarea de seguir el trabajo. Charlaba tanto que las visitas se iban pronto, temerosas de retrasarlo.
Y sin embargo, cuando la película está terminada, verdaderamente lleva su marca. Su puesta en escena consiste en provocar una situación y después no queda sino respetar determinados puntos esenciales. El director piensa sin duda que al intervenir demasiado se arriesga a impedir que el sujeto exprese el fondo de su personalidad. Además no le gusta que los actores lean el guión y estudien su papel porque entonces interpretan en función de lo que saben que va a pasar. Para él, eso es abrir la puerta a la mentira.
La leyenda dice que una actriz que había estudiado a fondo la psicología de su personaje le preguntó, después de explicarle las distintas formas de interpretar una misma escena, en qué estado de ánimo debía interpretarla. Él respondió: "sin estado de ánimo". (...)»
Tadao Sato, Le cinéma japonais, Tome 1, Éditions du Centre Pompidou, Paris, 1997.
«(...) Si tuviera que destacar un rasgo de las películas de Shimizu, sería la preferencia del director por la cámara en movimiento. Muchos directores, de Ophuls a Mizoguchi, han convertido la panorámica en un arte, pero pocos lo han hecho con tanto entusiasmo como Shimizu. Tanto si el material con el que trabajaba era digno o no (y a veces, en los últimos años, hay que reconocer que no lo era) Shimizu pocas veces perdía la ocasión de hacer un plano espectacular y elaborado.
Tenía trucos únicos. Película tras película empieza en pleno vuelo, con la cámara galopando por los caminos rurales de Japón, como un jinete solitario que se acerca o una partida de ciclistas de paseo bajo el sol de la tarde o incluso una pareja de ciegos acercándose a una posada para pasar la noche. Nadie quiso tanto la carretera como Shimizu y se complacía en dejar que su cámara se paseara perezosamente por las carreteras del Japón anterior a la guerra. (...)
Alan Starbrook, "On the Track of Hiroshi Shimizu", Sight and Sound, primavera 1988.
Aunque sus películas se han visto esporádicamente en Occidente desde los años setenta, la valoración reciente de la obra de Hiroshi Shimizu se ha visto empañada por dos infortunios. El primero su coincidencia en el año de nacimiento con su amigo y compañero Yasuhiro Ozu. (...) El segundo infortunio bien puede ser la causa de su relativo abandono: los pocos críticos que han escrito de la obra de Shimizu tienden a hacerla menos interesante de lo que es. Como Renoir, a quien a veces se parece, Shimizu ha sido alabado demasiado a menudo por su encanto. (...) Su película más popular en Japón, "Niños en el viento" (1937) es una obra apasionante pero una de sus más ligeras y, aunque su tema es común, no es muy representativa de una obra notable, variada y compleja. Sólo recientemente los críticos han empezado a reconocer los aspectos sombríos de la obra de Shimizu. (...) Sadao Yamane, en la presentación del ciclo que se le dedicó en Tokio señaló con justicia su versatilidad pero aún (...) afirmaba que "las películas de Shimizu presentan todo el esplendor de la vida, encarnado en el espectáculo de los niños simplemente siendo niños". Esta es una formulación tan inadecuada para resumir la obra de Shimizu como el "todo el mundo tiene sus razones" para la de Renoir.
Los niños de Shimizu no son siempre deliciosos ni siempre felices. Hay huérfanos de guerra (“Los niños de la colmena"), delincuentes, niños que no aman a sus padres, o que no son amados por ellos ("El amor de una madre") y niños rechazados por sus compañeros ("Olvida el amor por ahora"). Unos sufren enfermedades y minusvalías (“La escuela Shiinomi") y otros mueren ("Olvida el amor por ahora", "Los niños de la colmena"). Tampoco Shimizu era sólo un director de niños. Las sutiles tragicomedias de "Sr. Gracias" y de "La horquilla" se distinguen por su delicada exploración de los sentimientos adultos. Ambas son películas muy personales, pero su telón de fondo es la situación política que empeora en una nación cada vez más beligerante. Mientras, películas como "Olvida el amor por ahora" y "Notas de una cantante ambulante" se centran en la opresión de la mujer en la sociedad japonesa.
Las películas de Shimizu son, de hecho, más conmovedoras que encantadoras y él era en buena medida un crítico social. Sus personajes son casi siempre marginales a la sociedad, ya sea por la situación personal (pobreza, ruptura familiar), la profesión (sus hombres suelen ser artistas, las mujeres, camareras o prostitutas) o la geografía (muchas películas transcurren en áreas remotas de Japón, especialmente en la inaccesible península de Izu). La simpatía de Shimizu por el marginal le garantiza la perspectiva desde la que mirar con escepticismo una sociedad en la que sus personajes no encajan. Nunca hubo tarea más urgente en el revuelto Japón de los años treinta. (...)»
Alexander Jacoby, "Hiroshi Shimizu: A Hero of His Time", Senses of Cinema.