Después de un periodo en el que pareciera que estaba tomando sobredosis de Prozac, últimamente parezco Van Gaal: siempre negativo. Pero es que me habíais elevado las expectativas, y claro... luego me encuentro con ciertas cosas que me producen fobia, y no me habíais avisado. ¡El personaje es uno de esos autistas con superpoderes! Los detesto más que nada en el mundo. Lamentable cliché cinematográfico, sólo que en esta ocasión no se trata de matemáticas, jeroglíficos o informática (sin ratón, obviously. Sólo sabe el que puede teclear infinitos códigos ininteligibles para descifrar claves o, mejor aún, ampliar un sector de un fotografia), sino de hostias. Y para más inri, acompañado de otro prototipo con piernas, el alivio cómico torpón y gordito.
Bueno, para ser justos, lo cierto es que me llevé un chasco al principio: pensé que la protagonista era la madre, una mujer hecha y derecha y, por lo tanto, razonablemente atractiva. Además, en pocas escenas nos ponen muy hábilmente en situación... y yo ya había construido el guión en mi cabeza, con alguna perreria de por medio a la señora o, mejor, una traición de su amante, luego las perrerías, y ella, recuperada y endurecida por la traumática experiencia, desplazándose a japón para consumar su venganza. Pero no, tuvo que aparecer la dichosa cría y estropearme la historia...
Aparte de las escenas iniciales, el director es lo suficientemente hábil para encubrir con un efectivo montaje las deficiencias físicas del personaje principal: parece rápida, lo es, y muy hábil, que también. Lo que no consigue, y es lo que echa por tierra la película, es lo que señala Hosse. la contundencia de las peleas brilla por su total ausencia. La chica es, repito, muy ágil, y está suficientemente entrenada para realizar coreografías meritorias, pero, por mucho efecto sonoro que se ponga, resulta imposible transmitir algo de lo que adolece por completo. Su pegada carece de contundencia... Con esa masa en movimiento la energia que debe ser capaz de transmitir es mínima. chasco muy gordo. Sencillamente, no me la creo.
Además me llevé otra decepción gorda: ¿dónde está el habitual desprecio por la salud propia y ajena de los especialistas? El problema es que para que la niña pudiese exhibirse aquellos debían hacerle frente casi parados, esperando el golpe, y el margen para la barbaridad se reduce dramáticamente en ese caso. Sólo hay algo de eso en el imaginativo y vistoso final en las cornisas. ¡La hostia!, menudas galletas... al caer, eso si.
Pues eso, decepión. Chicas guerreras sí, pero adultas. Y mejor con armas blancas o de fuego.