Acostumbrado a este tipo de superproducciones chinas monolíticas de no hace tanto tiempo, austeras, pues por lo general se concentraban en los planos generales para que se viera la cantidad de gente que podían acumular, lo impresionante de los patios de la ciudad prohibida y cosas por el estilo, sorprende lo que han evolucionado en los últimos tiempos en el aspecto técnico y, fundamentalmente, cómo se ha desatado la noción de espectáculo visual.
Viendo esta "The Warlords" reparé en todos estos cambios estéticos y en cómo han transformado el cine chino: montaje ciertamente complejo, diferentes filtros y texturas en la luz (trabajadísima fotografía), mucha grúa de plano calculado, travellings ingeniosos... sólo les falta currarse larguísimos planos-secuencia perfectamente diseñados
. No, en serio, si hubiera sido Yimou el que hubiera estado detrás de este trabajo no me hubiese extrañado en absoluto (tras su viraje catárquico hacia la depuración visual), pero compruebo con satisfacción que los productos de empaque ya no son una marca de identidad particular, sino una norma. Tienen medios sí, pero además demuestran que saben qué hacer con ellos.
Sin embargo, todos los parabienes hacia la película acaban ahí. Lamentablemente compruebo con disgusto la gran brecha cultural que hay entre lo que espera el público chino de la narración y personajes, y la cantidad de melodrama que yo, espectador más que curtido (falsas modestias al margen), soy capaz de soportar, es demasiado grande. Me resulta francamente molesto cuando todo ese exceso visual se traslada también al guión y los personajes -no creo que sea tanto problema de la capacidad de los actores como de lo que se espera de ellos-. Si pretendían que me emocionase, desde luego no lo han conseguido. Eso si, ruborirzarme, bastante. No contentos con el drama que ya aporta la historia, el director se empeña es subrayarlo con constantes primerísimos planos, como dice Luzu, para comprobar que, efectivamente, están todo el día llorando, y con ralentizados en las escenas que, se supone, el público tiene que tirar de kleenex, y apoyado todo ello en una banda sonora, efectivamente, de bochorno.
Como la estructura dramática me pareció excesiva, reduntante a más no poder y machacona, lo cierto es que las dos horas de metraje se me hicieron largas... menos mal que al final, en Nanking, hubo otro cambio súbito de fotografía y los colores resplandecían espectacularmente. La escena bajo la lluvia, también le quedó -estéticamente- muy resultona. Pero, por dios... ¿cómo se puede ser tan melodramático? A mi esos valles de lágrimas me sacan completamente de la película. Me dan bastante vergüenza ajena y mi sentido del ridículo empieza a zumbar como el arácnido de "Spiderman".
De todas formas, igual es problema mío. Me gustaría que los asiáticos en general, pero los chinos en particular, buscasen un equilibrio en la expresión de sentimientos: o son secos a morir, o melodramáticos hasta decir basta. Supongo que es su manera natural de expresarse. Es algo que va con su cultura operística y seguramente es lo que espera su público pero... como digo tantísimas veces, lo sutil está demasiado infravalorado.
Un ver, y gracias.