Bueno, no es una película que destaque por su complejidad ni por su profundidad a la hora de acercarse a algo tan complicado como la religión budista. Digamos que las dudas existenciales del protagonista son un poco de andar por casa, especialmente porque manifiesta esa desesperación existencial de una manera tan obvia y explícita que, no sé, me ha parecido muy simplista.
Ahora bien, dejando eso de lado (que de todas formas es bastante importante), la película es una sucesión de planos bastante originales. Puede parecer algo pretencioso, pero está rodada como si cada escena la quisiera rodar de una manera distinta a lo habitual. Así que pese a sus dos horas y 20 de metraje, creo que se hace bastante llevadera.
Claro que, lo que más interesará, más allá de sus cuestiones filosóficas y su construcción visual es lo guarra que es. Y mira que me he visto pinkus, pero esta no sólo es muy guarrilla, sino que encima está muy muy bien rodado todo. Es decir, en la mayoría de los pinku, te cuesta saber si los personajes están dale que te pego o están jugando al Twister. Aquí nada de eso, son escenas de sexo muy carnales y bastante pervertidillas, ya sea entre hermanos, madre-hijo, monjes pecaminosos, tríos...