Prosigo mi particular recorrido por el reciente cine malayo con la segunda película de una de sus grandes promesas, Ho Yuhang, que muchos ya habéis conocido a través de Rain Dogs. En Sanctuary, premiada en Pusan y en Rotterdam, Ho varía sustancialmente el estilo ensayado en su primer film, Min, en el que elaboraba la puesta en escena a base de largos planos secuencia estáticos y filmados a gran distancia, y que en cierta manera retomaría en Rain Dogs, para acercarse a un estilo más inmediato y propio del documental, con una cámara al hombro que persigue a los personajes casi siempre desde detrás, cerrando a menudo el plano sobre sus rostros o sus cuerpos. Aquí el video digital es utilizado de una forma más tosca (estamos lejos de la elegante composición y cuidada fotografía de Rain Dogs), pero tras esta precariedad en la imagen se intuye elección deliberada. Una vez superado el rechazo inicial ante la cámara temblorosa, nos damos cuenta de que existe en el director una determinación por evitar ante todo que la ficción acabe de cristalizar, lo que unido a su habitual uso de abruptas y enigmáticas elipsis y la escasez de diálogo, convierten el film en una extraña promesa de narración. En realidad, el camino escogido por Ho es muy básico y basa su fuerza tanto en los fragmentos arrancados en bruto de la realidad (momento prodigioso aquel en el que vemos al abuelo en la rutina del acicalamiento matinal para terminar sentado en la habitación de al lado, velando por su amiga enferma), como en la elección precisa del corte del plano. Así sus imágenes son banales, tomadas del día a día de los protagonistas y de la gente que les rodea, y es al yuxtaponerlas, o al relacionarlas en el tiempo mediante repeticiones, cuando adquieren un significado dentro de una trama y permiten asomar un atisbo de relato (en realidad un misterio que a penas se insinúa), con un pasado y un presente, que se va desvelando poco a poco y que debe ser recompuesto por el espectador. Sanctuary se establece no sólo en ese vacío abierto entre plano y plano, sino además en la carencia vital que se instala en los protagonistas ante la pérdida del prójimo. Es el anhelo por esas presencias queridas (el del hijo por el padre ausente, el de la hermana ante el comportamiento apático del hermano y el del abuelo por su amiga y sus nietos) y la consecuente ruptura de la rutina que configura sus vidas, el principal impulso que mueve a los personajes. Sanctuary es un film pequeño y notable, no tan conseguido como Rain Dogs, pero sí sumamente interesante para adentrarse en una cierta corriente que recorre buena parte del cine malayo reciente (y asiático en general) y sobre el que Ho Yuhang y James Lee parecen haber establecido el germen de su obra.