Vuelta a ver y resulta una película inmensa de Kitano, de las que hay que ver sí o sí.
Kitano parece beber de dónde sólo beben unos pocos prodigios, una historia modesta, que al verla, a los minutos de verla, se hace obvio que se está delante de un imprescindible.
Algunas cosas parecen universales, la manera en que acompaña a los personajes, interesante contrapunto entre Shinji y ese otro boxeador crepuscular, que parece estar a punto de doblarse casi continuamente. Una de las mejores cosas que tiene la historia es el momento siguiente: -el reencuentro trunco entre ambos amigos, que parece coronarse cuando Masaru le dice a Shinji, de reunirse cuando el uno sea jefe y el otro campeón de boxeo, y que luego termina cerrándose ese círculo con el final de la película, y que obviamente había empezado con el principio de la misma- Y es a su vez esto, lo que me hace preguntar cuál era la necesidad de hacer una segunda parte, que está bien, Kitano no la dirige, pero bueno, ya veremos.
Entre tanto, recomiendo esta película.