¡Hola de nuevo, pandilla!
Pues como me sentía mal, lo primero que he hecho ha sido ver la peli: una preciosidad, muy elegante en la narración, entre la construcción de los personajes, los planos temporales, la voz en off, etc., y muy elegante en lo emocional, con esa revisión sentimental de la prota. No cuesta nada imaginarse a todo un hombretón vasco emocionado en su garita
Además, es justo ese tramo de edad que siempre me fascina. Como mi paso de la infancia a la adolescencia fue una mierda, es un retrato vital que siempre me gusta. Y éste es estupendo.
Y en cuanto a lo que venimos comentando y había dejado pendiente, pues supongo que os pasa un poco como a mí: no son unas líneas de pensamiento que tenga ya predeterminadas. Tengo una opinión, ha quedado claro, pero no soy sociólogo ni historiador ni teólogo ni economista ni desde luego artista ni nada parecido, así que asocio dispares conocimientos parciales que tengo o creo que tengo, los mezclo con las experiencias directas que he vivido y pueden servirme y elaboro esa opinión. En continua revisión, vuestros argumentos se suman a ese proceso, y eso es lo que tiene de interesante (y divertida) la conversación. Y por eso me animo a continuar con ella, pero no quiero enrocarme ni eternizarme. No es otra cosa que pensar en voz alta. Así que todo relajado.
Tomo una circunvalación por hacerlo más ameno: a no ser que tengáis un interés muy concreto, más histórico y político que otra cosa, no puedo recomendar la lectura de
Limónov, que no me parece un gran escritor, aunque a mí me gustara y divirtiera muchísimo (y eso que no llegué a encontrar
Le poète russe préfère les grands nègres, el primero de sus libros que despertó mi curiosidad, y es que con ese título en la edición francesa…). El caso es que anoche, pensando en todo esto, recordé que fue a él a quien le leí que “sería de idiotas no añorar el comunismo, pero sería de locos quererlo de vuelta” y se me ocurrió preguntar aquí si acaso no os parece que de alguna manera se puede aplicar a lo que hablamos. Yo hice la prueba y construí: “sería de idiotas no añorar el viejo cine, pero sería de locos pretender que se siguiera haciendo ahora”. Y habría que explorar eso en toda su dimensión (porque, volviendo a Raya Martin, no hace tanto que vi y me encantó su
Indio Nacional, que de alguna manera es precisamente hacer ahora un cine viejo), pero creo que la frase señala claramente ese cambio de paradigma en la producción, tanto como originalmente señalaba el cambio de paradigma de la sociedad rusa. A estas alturas, claro, la conversación ya no es sólo sobre cine. Así que tengo que reconocer que sí, que es verdad: hay
saudade, existe ese
sentimiento Manrique de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero es romántico: puedes querer de vuelta a tu padre, pero no querrás de vuelta los tiempos pasados.
Y desde luego, también es verdad: el academicismo opera a posteriori sobre la producción artística, fijando, pues eso, cánones académicos.
Pero no creo que eso sea en realidad importante para lo que hablamos, para el comportamiento general, para las tendencias del consumo real de cultura y entretenimiento de nuestros días.
(Cierro una cosa: por sus méritos literarios no puedo recomendar a Limónov, pero desde luego sí a
Carrère, que me parece un escritor muy interesante. Fue gracias a su muy buena biografía (novelada) de Limónov que conocí al escritor y político ruso. Tengo pendiente su último y arriesgado experimento con Jesús de Nazaret, pero me ha gustado mucho todo lo que le he leído, especialmente
Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (biografía novelada sobre Philip K. Dick) y
El adversario, tan estremecedora, tan inolvidable, tan desasosegante y reveladora que no digo nada más sobre ella, pero se la recomiendo encarecidamente a quien no la conozca, y bien breve que es. Cerrada queda la cosa.)
Entiendo tus puntos de partida, PabloCsh, pero a mí me llevan a otros destinos. Cuando yo veo esos coches atascados, esos centros comerciales abarrotados y esas caras agotadas en los transportes públicos, lo que veo es el claro mensaje del consumo conspicuo, la base de este sistema que ya casi ni me atrevo a llamar capitalismo, porque ni en las peores pesadillas del Hayek más encabronado encontramos desequilibrios tan graves. Veo una terrible desatención hacia el futuro por primar que tengamos una sensación de presente. Esas imágenes nos hablan de economía, producción y contrato social. Esos coches atascados en las arterias de la ciudad son el mejor retrato de la negligencia hacia el futuro. Por gastar una semibroma: el discurso del futuro se acabó en 1924 con la reunión en la que los fabricantes de bombillas decidieron cuánto tenían que durar antes de fundirse (e impusieron sanciones para quien fabricara bombillas que durasen más). A mí me parece abrumadora la cantidad de mensajes que recibimos diariamente y que nos dicen “es ahora o nunca, tú te lo mereces”. Sí, seguramente hemos llegado a donde estamos con mecanismos como los que describes, pero no: hoy a ningún chaval español se le intenta vincular a ninguna idea de futuro. Porque no la hay y lo sabemos todos. Ya no cuela. Ya no se da esa contradicción que posiblemente si se diera antes. De hecho, lo que llamaron “la crisis de las subprime”, es un ejemplo maravilloso: banqueros blancos “regalando” créditos a pobres negros para que tuvieran en la mano un título de propiedad. Y mañana el niño dios (ese que nace esta noche) dirá. Y nuestras leyes… la ley de patentes… En fin, que me pongo aburrido, perdón. Todos sabemos a lo que nos referimos. Y no quiero entrar en la religión, porque entonces sí que me gano el baneo…
El contrato social con una vaga, inarticulada vinculación al futuro murió con el rock'n'roll.
(...) No me gustaría participar en un debate que podría no acabar jamás (...)
Por supuesto. A mí me pierde esta verborra que tengo, pero tampoco es que me dé para mucho más la cosa. Citando a Blaise Cendrars, si soy tan mal poeta es porque no sé llegar al fondo de las cosas.
Pero ya ha sido un placer.